José Gómez Cerda
La OIT
fue creada en 1919, como parte del Tratado de Versalles que terminó con la
Primera Guerra Mundial, y reflejó la convicción de que la justicia social es
esencial para alcanzar una paz universal y permanente.
Su
Constitución fue elaborada entre enero y abril de 1919 por una Comisión del
Trabajo establecida por la Conferencia de Paz, que se reunió por primera vez en
París y luego en Versalles, en Francia.
La
Comisión, presidida por Samuel Gompers, presidente de la Federación Estadounidense
del Trabajo (AFL), estaba compuesta por representantes de, nueve países:
Bélgica, Cuba, Checoslovaquia, Francia, Italia, Japón, Polonia, Reino Unido y
Estados Unidos.
El
resultado fue una organización tripartita, la única en su género con representantes
de gobiernos, empleadores y trabajadores en sus órganos ejecutivos.
La
Constitución contenía ideas ya experimentadas en la Asociación Internacional
para la Protección Internacional de los Trabajadores, fundada en Basilea en
1901. Las acciones en favor de una organización internacional que enfrentara
temas laborales se iniciaron en el siglo XIX, y fueron lideradas por, Robert
Owen (1771-1853) de Gales y Daniel Legrand (1783- 1859) de Francia.
La
fuerza que impulsó la creación de la OIT fue provocada por consideraciones
sobre seguridad, humanitarias, políticas y económicas. Al sintetizarlas, el
Preámbulo de la Constitución de la OIT dice que las Altas
Partes
Contratantes estaban “movidas por sentimientos de justicia y humanidad, así
como por el deseo de asegurar la paz permanente en el mundo...”
Había un
verdadero reconocimiento a la importancia de la justicia social para el logro
de la paz, en contraste con un pasado de explotación de los trabajadores en los
países industrializados de ese momento.
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