Ing. Julia Angélica Maríñez
Un nuevo día de la semana, un nuevo día de este mes de Noviembre, un mes que se convierte en otoño y con él van llegando a nuestras mentes hermosas reminiscencias de nuestra vida familiar, no sé, si será por eso que éste es el MES DE LA FAMILIA.
Pero mientras más lo descubro voy recordando esos lindos momentos que añoro de mi niñez, el olor a campo, a verde, a lluvia, a sol y a playa, ese rico e inolvidable aroma de mi abuela, el olor a dulce de leche y coco tierno recién acabado de hacer, el maroteo en la regola, el retumbar de los oídos cuando no me portaba tan bien y mami y papi me llamaban la atención, el corto o largo camino hacia la escuela, el murmullo del recreo y la felicidad de partir hacia el hogar y al llegar, ummmmmm!!!, tiernos abrazos que se confundían con besos de mi papito y esa rica comidita calientita que me daba mi mamá, luego a estudiar, a jugar y compartir con los amigos y familiares, merendar, cenar, a jugar “ambos a dos”, “arroz con leche”, “el loco o el topado”, jajajaja, ver televisión agrupaditos, porque en mis tiempos sólo había una y más tarde a orar y nuestros padres nos arropaban, acunaban, añoñaban para entregarnos a los brazos de Morfeo y experimentar un plácido sueño o una que otra pesadilla que nos hacía despertar en medio de la noche...
Cuántos momentos dignos de recordar. Pero pasó el otoño, luego el invierno y llegó la primavera con la juventud y el verano con la adultez. Y ahora pienso, que fui una privilegiada por esos hermosos momentos, porque son tantos los más, que no tuvieron ni siquiera algo similar a mi vida de niña, ni un resguardo familiar físico y mucho menos, tuvieron un apoyo moral y emocional de la cuna familiar que sólo se logra con la madurez personal de nuestros padres y con el amor que éstos nos profesan.
No hay comentarios:
Publicar un comentario