Redacción El Caribe
A
partir de este jueves y durante las próximas dos semanas, tendrá lugar en
Dubái, convocada por Naciones Unidas, la conferencia COP28. COP son las
iniciales de “Conferencia de las Partes”, o sea, las naciones que acordaron en
1992 el marco para combatir el cambio climático. Con esta, se ha realizado 28
veces, de ahí su denominación “COP28”.
Se
puede considerar al magno evento como el de más alto relieve en la materia,
donde se darán cita jefes de Estado y diplomáticos de 200 naciones y del
Vaticano, pero Joe Biden acaba de anunciar que no asistirá y Xi Jinping, de
China, tampoco estará presente.
Sin
ninguna pretensión de parecer ave de mal agüero, es mala señal que no asistan
los líderes las dos principales economías, y precisamente los dos principales
emisores de CO2.
Algo
positivo podría surgir del cónclave si se asumiera un tono autocrítico y se
dejara a un lado la abundante retórica que oculta que, en lugar de avanzar, más
bien se retrocede.
Se
puede ser categórico en esa aseveración, si nos atenemos a que la temperatura
de la Tierra ha subido 1.1 grados Celsius y en 20 años podría llegar a 1.5
grados; mientras los países ricos incumplen su promesa de donar US$100.000
millones al año para ayudar a las naciones pobres en sus objetivos, y los que
aportan lo hacen como préstamos.
Informes
recientes de entidades calificadas establecen que de los 184 compromisos para
2030 casi el 75% son insuficientes, y China e India (primero y cuarto mayores
emisores de CO2) tendrán emisiones más altas en 2030 y EE.UU. segundo mayor,
está por debajo de la meta. Rusia, el tercer mayor emisor, anuncia que llevará
al COP28 la propuesta de reducir sus emisiones de carbono a cero para 2060.
Estos países, junto a Japón, son los responsables de emitir más del 50% de los
gases de efecto invernadero.
Se
comprueba así que los principales culpables son las “cabezas” de las naciones
con mayores compromisos y recursos, cuyos líderes parecieran poner mayor empeño
en otros menesteres.
Los
esfuerzos de las últimas décadas, las predicciones y las repetidas advertencias
para salvar el planeta y revertir el cambio climático, que tuvieron jalones
universalmente trascendentes en el Protocolo de Kyoto y el Acuerdo de París,
retoman desde hoy preponderancia en la COP28, porque el terrible futuro que se
avizora debe enfrentarse ahora mismo.
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