El Cañero

6 de diciembre de 2012

El que lo dice, lo es


RAFAEL PERALTA ROMERO

A menudo los niños nos dan lecciones, pero no siempre las tomamos en cuenta. Es muy común ignorarlos y pensar que ellos  no pueden hablar cosas de interés.  A ser padre o madre irresponsable se comienza cuando se ignora a los niños. Si alguien ya era irresponsable, entonces con esta conducta  acentúa tal condición.

Frecuentemente se toma a los pequeños por locos. Pero no en la  acepción  que le asigna  el cantautor Joan Manuel Serrat, quien los llama locos bajitos.”Esos locos bajitos que se incorporan/ con los ojos abiertos de par en par/ sin respeto al horario ni a las costumbres/ y a los que, por su bien, (dicen) que hay que domesticar”.

La locura de los niños consiste en creer las promesas y mentiras de los adultos.  Ellos  tienen fresca su capacidad de imaginar y  cuando los dejamos, ejercen su derecho a   fantasear, pero muchas personas están demasiado adultas  para entenderlos. La memoria y la visión de los niños andan mejor que las de sus padres y abuelos.

A propósito de las peregrinaciones para desagraviar al ex presidente Leonel Fernández y de las ocurrencias de los protagonistas de esos actos,  he recordado mucho una expresión  de  Ángel Vladimir, uno de mis nietos. Se la he escuchado muchas veces porque él la esgrime  con paciencia muy madura para defenderse de acusaciones.

Cada desagraviador  ha  lanzado juicios para descalificar a quienes señalan al doctor Fernández como responsable del  déficit fiscal que ha dado lugar al paquetazo de nuevos impuestos. A los manifestantes se les ha tildado de  ridículos, charlatanes,  delincuentes, podridos, basura o de  diablos. También se dijo que actúan por interés grupal o personal.

El  propio líder  ofendido  ha juzgado,  durante los actos de expiación,  como  “manipulación grosera”,  la acción de jóvenes profesionales y estudiantes universitarios que le atribuyen  impurezas  en el manejo de las finanzas públicas. Entonces los considera “manipulados”.  Fernández dice  también que sus acusadores  “buscan crear confusión”. Luego, son “confusionistas”.

Si a  mi nieto Ángel lo acuso de vagancia o irresponsabilidad cuando incumple tareas que  presumo le son propias, responde con absoluta tranquilidad con su frase favorita. Desconozco si  la máxima ha sido  captada de alguien, incluso de un personaje de ficción, o si ha  sido de su propia cosecha.  Pero tiene sentido.

He recordado su expresión al leer o escuchar  las tenebrosas  calificaciones y descalificaciones contra el doctor Guillermo Moreno, uno de los dirigentes políticos que han dado la cara ante la ola de protestas contra la corrupción  y el paquetazo fiscal.  Tiendo  a pensar como Ángel Vladimir, quien  ante las acusaciones responde: el que lo dice, lo es. 

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