Rafael
Peralta Romero
El
18 de enero pasado, el gobierno dominicano inauguró el túnel
que prolonga la avenida José Ortega y Gasset hasta la zona universitaria. Se invirtieron 50
millones de dólares para una vía de 1.3 kilómetros que se corre en una sola
dirección. El acto se realizó en la avenida Santo Tomás de Aquino, límite de la
ciudad Universitaria, justo donde estuvo
el monumento a fray Antón de Montesinos.
Con
esa obra, ejecutada alegremente por el entonces presidente Leonel Fernández,
quedó clausurada para siempre la entrada
principal al campus de la Universidad Autónoma de Santo Domingo y sin que nadie
chillara fue eliminado el monumento erigido en 1976, por disposición de la propia academia, “en
memoria de la vida heroica de fray Antón de Montesinos”.
El
rector magnífico, profesor Mateo Aquino
Febrillet, no sólo estuvo en la
ceremonia, sino que aplaudió y agradeció lo que la propaganda oficial denominara “el túnel de la UASD”. Prefirió simular que no se percataba de la
mutilación al recinto universitario, sobre todo con el derrumbe del monumento que
recordaba el valiente rol de los padres dominicos en el período de la
colonización.
Cuando
esto ocurrió, pensé que el recordatorio al
fogoso defensor de los aborígenes de la
isla de Santo Domingo, sería reubicado en el campus de la Universidad que
fundara, en 1538, la Orden de los Predicadores. El presidente Fernández inauguró
subrepticiamente el edificio de oficinas universitarias, pero allí no está
Montesinos. ¿Dónde lo está?
El
Uasdcalito dispone de suficiente espacio para ello. Tiene plazoleta y jardines
que pueden acoger muy bien la figura del
fraile que en 1511, el cuarto domingo de
adviento, echó en cara a las autoridades del virreinato los abusos que cometían
contra los infelices “indios” encomendados en
condiciones esclavistas a los colonizadores.
El
monumento a Montesinos, y a los frailes
dominicos, fue erigido bajo el rectorado del doctor Hugo Tolentino,
investigador y profesor de historia dominicana. Dados los constreñimientos
económicos de la UASD, el rector se
valió de la ayuda de casas comerciales que donaron el costo de la modesta obra, presupuestada entonces en
cuatro mil pesos.
El
doctor Tolentino pidió a la doctora Ana Silvia Reynoso que pronunciara el discurso oficial en la
inauguración. Mediante una carta, consideró a esta profesora –médico veterinaria con dotes
de escritora- la persona más idónea para ello, no sólo porque
presidiera la Comisión Dominicana para la Defensa de los Derechos
Humanos. Hubo otra razón.
El
argumento principal fue: “…la seguridad que tengo de que usted podrá explicar a
muchos jóvenes universitarios confundidos la significación real de Fray Antón de
Montesinos dentro del marco de las luchas sociales que se agitaban en el siglo
XVI”. Vea usted, los jóvenes confundidos de entonces son ahora profesionales (ministros, catedráticos,
ejecutivos) pero siguen confundidos. No
entienden la función de la retórica de Montesinos en nuestra historia.
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