RAFAEL PERALTA
ROMERO
A menudo los niños nos dan
lecciones, pero no siempre las tomamos en cuenta. Es muy común ignorarlos y
pensar que ellos no pueden hablar cosas
de interés. A ser padre o madre
irresponsable se comienza cuando se ignora a los niños. Si alguien ya era irresponsable,
entonces con esta conducta acentúa tal
condición.
Frecuentemente se toma a los
pequeños por locos. Pero no en la acepción
que le asigna el cantautor Joan
Manuel Serrat, quien los llama locos bajitos.”Esos locos bajitos que se
incorporan/ con los ojos abiertos de par en par/ sin respeto al horario ni a
las costumbres/ y a los que, por su bien, (dicen) que hay que domesticar”.
La locura de los niños consiste
en creer las promesas y mentiras de los adultos. Ellos tienen fresca su capacidad de imaginar y cuando los dejamos, ejercen su derecho a fantasear, pero muchas personas están
demasiado adultas para entenderlos. La
memoria y la visión de los niños andan mejor que las de sus padres y abuelos.
A propósito de las
peregrinaciones para desagraviar al ex presidente Leonel Fernández y de las
ocurrencias de los protagonistas de esos actos, he recordado mucho una expresión de Ángel Vladimir, uno de mis nietos. Se la he
escuchado muchas veces porque él la esgrime
con paciencia muy madura para defenderse de acusaciones.
Cada desagraviador ha
lanzado juicios para descalificar a quienes señalan al doctor Fernández
como responsable del déficit fiscal que
ha dado lugar al paquetazo de nuevos impuestos. A los manifestantes se les ha
tildado de ridículos, charlatanes, delincuentes, podridos, basura o de diablos. También se dijo que actúan por
interés grupal o personal.
El propio líder ofendido
ha juzgado, durante los actos de
expiación, como “manipulación grosera”, la acción de jóvenes profesionales y
estudiantes universitarios que le atribuyen
impurezas en el manejo de las
finanzas públicas. Entonces los considera “manipulados”. Fernández dice también que sus acusadores “buscan crear confusión”. Luego, son “confusionistas”.
Si a mi nieto Ángel lo acuso de vagancia o
irresponsabilidad cuando incumple tareas que presumo le son propias, responde con absoluta
tranquilidad con su frase favorita. Desconozco si la máxima ha sido captada de alguien, incluso de un personaje de
ficción, o si ha sido de su propia
cosecha. Pero tiene sentido.
He recordado su expresión al leer
o escuchar las tenebrosas calificaciones y descalificaciones contra el
doctor Guillermo Moreno, uno de los dirigentes políticos que han dado la cara
ante la ola de protestas contra la corrupción y el paquetazo fiscal. Tiendo
a pensar como Ángel Vladimir, quien
ante las acusaciones responde: el que lo dice, lo es.