El presidente Hugo Chávez, que
regresó por sorpresa el lunes a Caracas tras dos meses de hospitalización en
Cuba, gobierna Venezuela desde 1999, concentrado en hacer realidad un proyecto
socialista sustentado en la millonaria renta petrolera.
Chávez, un presidente poco
convencional, radical, carismático y con gran fama internacional, libra desde
mediados de 2011 una dura batalla contra el cáncer que no le impidió ganar las
elecciones de octubre de 2012, que le abrieron la puerta a un tercer mandato de
seis años.
Sin embargo, en diciembre, una
importante recaída le obligó a someterse a una cuarta operación en La Habana y
le alejó completamente de la vida política.
Su silencio absoluto, inédito en un
jefe de Estado que acostumbraba aparecer diariamente en televisión, y las
escasas informaciones oficiales sobre su estado de salud, multiplicaron los
rumores sobre su suerte.
La enfermedad ha obligado a Chávez,
teniente coronel retirado de 58 años, a dejar de ser el líder de la
"revolución bolivariana" hiperactivo y omnipresente al que los
venezolanos estaban acostumbrados.
Pese a declararse curado en un par
de ocasiones de un cáncer del que nunca se ha sabido su magnitud ni su
ubicación, el mandatario redujo su ritmo de trabajo, sus apariciones públicas y
sus viajes.
Los venezolanos han visto también en
los últimos meses a un presidente más frágil, que ha llegado a pedir a Dios,
con lágrimas en los ojos: "No me lleves todavía".
Las dudas sobre su capacidad de
seguir gobernando aumentaron cuando no pudo acudir a su toma de posesión,
prevista el 10 de enero en la Constitución.
El Tribunal Supremo le autorizó a
prestar juramento cuando su estado de salud le permitiera regresar de Cuba. Su
gobierno siguió en funciones, lo cual provocó críticas de la oposición y abrió
un periodo de gran incertidumbre en su país.
Pese a la enfermedad, Chávez sigue
siendo un líder sin apenas sombra en Venezuela y ha hecho ímprobos esfuerzos
para conservar su ímpetu, el mismo que en 1992 le llevó a dar un golpe de
Estado contra el presidente Carlos Andrés Pérez, una intentona fallida que lo
llevó a la cárcel, pero que también lo hizo famoso en Venezuela.
En diciembre de 1998, ya libre, ganó
las elecciones presidenciales y este hijo de dos maestros de primaria criado
por su abuela paterna en Sabaneta, una pequeña localidad del oeste de
Venezuela, fue visto por millones de venezolanos como una bocanada de aire
fresco en medio de un sistema bipartidista decadente.
Chávez, divorciado dos veces y padre
de cuatro hijos, fue reelegido en 2000, después de la aprobación de una nueva
Constitución impulsada por él mismo, y en 2006, cuando arrolló a su rival
Manuel Rosales con el 62% de los votos.
En 2002, el jefe de Estado fue
objeto de un golpe de Estado, que le alejó del poder durante algunas horas y en
2003 se vio debilitado por un durísimo paro petrolero.
Ajeno a quienes le llaman déspota,
tirano o populista, Chávez se considera más bien protagonista de una segunda
independencia de Venezuela, cuyas reservas petroleras, las mayores del mundo,
le permiten financiar millonarios programas sociales dirigidos a los
venezolanos más humildes.
Su discurso, a menudo excluyente,
provocador y rudo, ha fomentado una dolorosa división de la sociedad venezolana
por razones políticas.
Pero su popularidad entre las clases
más populares prácticamente no se ha desgastado en 14 años. Basta acudir a uno
de sus mítines para sentir esa veneración de miles y miles de venezolanos por
el líder de la "revolución bolivariana".
Su liderazgo traspasa las fronteras,
gracias a proyectos de integración regional como Petrocaribe y la Alianza
Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (ALBA) y, más recientemente, la
Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac). (Terra.com)
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