Por Guillermo Moreno
He leído el Fogaraté publicado
por el amigo y admirado Colombo titulada
“Garzón para Idiotas”.
Me motiva a escribir lo siguiente.
Cuando Baltazar Garzón dice aquí en el país
(para que se lea en el extranjero) que la querella que interpusimos contra Leonel Fernández
"es política", busca hacer creer
que carece de asidero jurídico y que no es más que un escarceo sin importancia.
Es decir, pretende desmeritar la querella,
no rebatiendo su contenido, sino descalicando al querellante.
A estas declaraciones del senor Garzón le
siguen los aullidos de la jauría mediática que se encarga de repetir esta
mentira, no solo para condicionar a la opinión pública sino para que sirva de
respaldo a decisiones de fiscales y
jueces irresponsables en el cumplimiento de sus obligaciones.
Es por eso que la aviesa afirmación del
Señor Garzón no puede dejarse pasar por alto.
La querella que
interpusimos el pasado 24 de enero ante la Procuraduría Fiscal del DN, no es
una querella “política” sino “penal”, con clara indicación de las
leyes penales y de los artículos de la Constitución violados.
La querella no se
hizo para "hacer política", sino para "perseguir graves actos
de corrupción" ante el órgano competente de investigarlos y
sancionarlos. Por eso está avalada en profusos medios de prueba que ponen en
evidencia, entre otras, las comisiones de un millón de pesos que recibía Leonel
Fernández de muchos contructores de obras de Estado; las pruebas de significativos
aportes de las empresas de Félix Bautista a Leonel Fernández a través de la
Funglode, dejando en claro su contubernio corrupto.
Si nos querellamos contra Leonel Fernández
no fue "por ser político", sino "por ser corrupto". En la querella se pone en
evidencia cómo, mientras era presidente de la República, acumuló a través de Funglode,
solo por esa vía, un patrimonio de más de RD$700.00 millones de pesos, que más
allá de las apariencias, todos sabemos está bajo su control y disposición
directos y que utiliza para su proyecto personal de poder.
La prueba está ahí, ante nuestros ojos, en
la calle Capitán Eugenio de Marchena 26 de la ciudad de Santo Domingo.
Ese patrimonio que él hoy usufructúa tiene
un solo dueño: el pueblo dominicano y más temprano que tarde a él volverá.
De eso estén seguros.
Santo Domingo, R.D.
Miércoles 18 de septiembre
de 2013.-