Rafael Peralta Romero
Después del día
28, cuando llegue al monasterio Mater Ecclesiae, donde se alojará, en las
cercanías del Vaticano, monseñor Joseph
Ratzinger, hasta entonces llamado
Benedicto XVI, sonreirá a las monjas que un tanto nerviosas le dirán: “Adelante,
Su Santidad, para mostrarle su habitación”. Muy
solícitas, le explicarán cómo
llamar ante cualquier necesidad.
Preguntarán a qué hora
Su Santidad prefiere el desayuno y si Su Santidad gusta de té o café. El papa emérito les
sonreirá de nuevo y les dirá, dulcemente -o tristemente-: “Hermanas, pueden
llamarme monseñor Ratzinger”. Las religiosas se retirarán levemente
confundidas. Se mirarán y harán como
dijeran: “Es así”.
Ratzinger se dejará caer en una regia
butaca y recogerá los ruedos de la
sotana que estrenará ese día. Vestirá sotana negra adornada con ribetes y botones rojos, como la faja. No llevará las zapatillas
púrpuras que usó durante ocho años, sino
zapatos convencionales. Para púrpura, el solideo, que ya no lo usará blanco.
Habrá entregado
el Anillo del Pescador que recibió el día de su asunción al papado. Esta prenda es
propia del obispo de Roma y simboliza el poder pontificio. Le fue colocado a Benedicto XVI por el cardenal
Camarlengo una vez que fue elegido Papa. Es de oro y tiene una imagen de San
Pedro pescando en un bote.
Tal vez
Ratzinger se coloque su anillo cardenalicio, señal de compromiso con la iglesia universal, pero localizar
el capelo que le impusiera Pablo VI,
cuando lo designó cardenal, quizá no le
importe tanto. Él no presidirá ninguna de las comisiones pontificias ni votará
para elegir al próximo Santo Padre ni a ningún
otro.
Ratzinger ha renunciado –cosa no vista en seis siglos- a la jefatura del
Estado Vaticano, a la máxima autoridad de la iglesia Católica y al obispado de Roma. Conserva la dignidad episcopal. Obispo es el más alto
grado del orden sacerdotal, todo lo otro
es accesorio. Federico Lombardi, vocero
del Vaticano, dijo que el papa dimitente
será “un obispo más”.
No existe un protocolo para tratar al papa en retiro, aunque los cánones católicos
prevean el derecho del Pontífice a la
dimisión. Todo está claramente escrito respecto de obispos y cardenales. Pero
no para el papa emérito. ¿Usará
Ratzinger la palabra Cardenal entre su nombre y su apellido? ¿Se le llamará Su
Eminencia Reverendísima?
No será obispo suburbicario de Roma ni participará de consistorio alguno. Luce que el ex arzobispo
de Múnich se dedicará a orar, escribir y descansar. Cada mañana oficiará la
misa en la capilla del monasterio, y las
monjitas se sentirán más cerca del Señor. Algún periodista querrá
entrevistarlo, pero Ratzinger responderá que está hablando con Dios.