Lic. Luís Alberto Pérez Ubiera.
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Pensaba que aquel suceso fue la causa de regresar a su casa con los bolsillos llenos. Los galleros son cabalistas y cualquier cosa que les pase, vean en el camino o alguna palabra expresada en el momento de ir a la gallera, provocan mala o buena suerte, si ese día gana tuvo buena suerte, pero si pierde se metió en un “currú”.
Un día, un cabalista gallero salió rumbo al redondel, pero accidentalmente, en el trayecto manejando su vehículo mató un desdichado perro realengo. Luego, al comenzar las apuestas, éste no perdió una, ganándose un capital.
A la semana siguiente, no quería llegar con sus gallos sin antes encontrarse con otro perro, por lo que dio vueltas y más vueltas antes de llegar a la gallera. Cuando pudo ver uno, quiso tirarle el carro encima, pero acabó chocando y ese día perdió hasta lo que no tenía.
Estas cosas que suceden en la realidad, nos fueron narradas en una ocasión por “Don Bacho Barriola”, que parece haber nacido con las espuelas de los gallos puestas, saltando a la fama como uno de los más grandes competidores de lidias de gallos en el país, siendo respetado y admirado por su fiereza y dedicación al deporte del pico y las espuelas, considerado el gallero más destacado de la región Este.
Este gallero ama tanto a los gallos que en una ocasión confesó que gasta alrededor de mil trescientos pesos diarios en dietas y comida para sus ejemplares, a la vez que sostiene una nómina de más de veinte empleados solo para atenderlos y prepararlos para las peleas.
Corpulento, de gran fortaleza física, a primera vista se destacan sus ojos expresivos, largas patillas, copiosas cejas, sus bigotes canosos les hacen juego a su temperamento abierto de clara inteligencia. Su boina, siempre cubriendo su cabeza le da el toque exacto del rey de los gallos de esta región.
Se hizo gallero a la edad de diez años, aprendiendo de su padre, quien criaba estas aves para regalarlas a los amigos.
Por su traba han pasado millares de gallos, pero los más famosos y temibles por su bravura y poder los fueron:
- “Todos los días”, quien ganó trece peleas.
- “El matatán”, con once, sin perder ninguna.
- “El padrote”, el cual obtuvo siete victorias. Y por último, “el gallo Pava” que ganó nueve peleas y quien es el protagonista de este cuento.
Este gallo alcanzó fama internacional, luego de ganar su noveno combate por su forma de luchar y la destreza que exhibía en cada uno de ellos.
Fue un ejemplar tan temible, que ya nadie se atrevía a enfrentar sus gallos con este poderoso e implacable plumífero.
Pero un día, se anunció un torneo gallístico nacional e internacional donde había fabulosos premios para el mejor gallo y como era de esperarse, don Bacho fue invitado y su primera elección para competir fue el temido “Gallo Pava”. Todos sus amigos y a la vez seguidores de este grandioso combatiente, no vacilaron en acompañar a don Bacho a dicho torneo, pensando en el fabuloso dividendo que le produciría su ejemplar favorito.
- Tengo un cuatro libras – expresó el “trabero”, al momento de presentarlo como una forma de encontrar un contrincante de su mismo peso como establece el reglamento.
Nadie se atrevió a contestar, porque este criminal guerrero provocaba el terror a todos los que habían oído siquiera hablar de él. Fue casi ya al momento de dar inicio al torneo, cuando apareció un señor poco conocido, vestido con ropas humildes, representando claramente a un emigrante campesino radicado en un barrio marginado de una de las ciudades de nuestro país, el cual traía debajo del brazo un pollo joven que nunca había peleado y amarrado con un pedazo de “gangorra”, pero que tenía el peso exacto de este bárbaro de las espuelas.
Todos esperaban luego el turno de la pelea más deseada del torneo, siendo el “el gallo Pava” ampliamente favorito y las gabelas eran enormes en las apuestas, porque según el lenguaje de los galleros, esto era un atraco, un salteo o simplemente un robo.
-¡Suéltalo!-Dijo el juez de valla, para de inmediato escuchar todo tipo de expresiones que giraban alrededor de la palabra muerte.
Casi todos los presentes vociferaban consignas a favor del favorito, excepto el campesino; que su única voz era la que se oía a favor de su pollo, encontrándose agachado con su gorra hacia atrás y la “gangorra” en la mano sobándola de extremo a extremo como una forma de suministrarle energía y darle suerte a su gallo, expresando las cábalas y las supersticiones de nuestro folklore campesino. Increíblemente, el “Pava” no había podido ni siquiera pegarle el pico al joven pollo, que demostraba una habilidad extraordinaria, dándole todo tipo de picotazos y espuelazos, poniéndolo en una situación penosa y al borde de tirarle la toalla.
¡Qué humillación!
“El Gallo Pava” fue apaleado de una manera indescriptible, todo tipo de golpes recibió:
Golpe de bolsón, golpe de sangre, pasador, etc. pero lo más humillante que le pudo pasar aquel día de mala suerte fue, que aquel polluelo, después que se cansó de golpearlo con todo su vigor de joven, aleteó con gesto elegante, expresó un canto sonoro, para luego hacerle la rueda y pisarlo como si fuera una gallina delante de todos los presentes.
¡Qué vergüenza!
Luego que don Bacho lo rescató de la paliza dada por aquel engreído pollón callejero, fue curado con esmero, y como agradecimiento y respeto, se tomó la decisión de encastarlo con una gallina de fina calidad, para tener descendientes de quien fuera tan digno ejemplar.
Al cabo de un tiempo, la gallina puso seis huevos, pero increíblemente “Gallo Pava” no dejó jamás que ésta se echara sobre los huevos, echándose él mismo, empollándolos y sacando los pollitos como lo hacen las gallinas. Este raro caso ocurrido durante los años de la década de los ochenta, llamó poderosamente la atención de los habitantes de la región Este, la prensa nacional y la agencia de noticias EFE, que divulgó la noticia de este insólito caso por todo el mundo.
El mote de “Pava” se le puso por su gran tamaño y la forma de su cresta, pesaba cuatro libras más doce onzas. Este nombre parece que influyó en su transformación, porque para deshonra de su clase, en un país eminentemente machista, el legendario pribón se encluescó y para colmo de su humillación, sacó los seis polluelitos, herederos legítimos de su bravura inicial demostrada a lo largo de sus nueve combates, antes de perder el número diez en vergonzosa batalla que lo condujo, primero; por el sendero de la derrota y luego a la transformación en una dulce y apoyadora mamá Gallina. De ahí en adelante, sólo recibía golpes, ya que nunca volvió a ser aquel temible, poderoso y legendario contrincante, que al ser masacrado, derrotado y violado por un gallo del campo delante de la gente que lo admiraba y confiaba tanto en él, lo único que pudo hacer fue convertirse en una pobre, despreciada y humillada Gallina clueca.