Santo Domingo, D.N
12 de Junio del 2000
Señora:
Doña Ernestina Cedano Vda. Cedeño
Salvaleón de Higüey
Distinguida señora:
Únicamente la infinita confianza que me inspiraba, por su bien ganada fama de persona superlativamente honesta, y por el sagrado vínculo que nos unía, me indujo a entregarle el documento por medio del cual su finado esposo, mi querido hermano Pachin, reconocía bajo la fe del juramento que, “una porción de terreno de una extensión de 324 tareas nacionales, dentro de la parcela número 92, del D.C: 11/4ta. , parte sitio Bávaro, del Municipio de Higüey, era de su propiedad conjuntamente con los señores Fanny Cedeño de Guerrero, Sonia Cedeño de Castillo, Rafael Cedeño Valdez y Noris Maria Cedeño Motas, en partes iguales, por haber sido pagado el precio de la compra de dicho inmueble en esa misma porción”.
Dicho documento fue redactado y suscrito por su esposo, legalizada su firma por el Notario Público, Dr. J.A. Bruno Pimentel, y el cual quedó bajo mí custodia por orden de la señora Fanny Cedeño de Guerrero, quien pago los gastos de legalización.
No sé quién les informó a ustedes sobre la existencia del referido documento, pero sí recuerdo perfectamente que cierto tiempo después de la muerte de su esposo, su hija CARMEN AMELIA, quien ya era estudiante de Derecho, fue a mi oficina y me solicito que se lo mostrara, a lo que accedí. Después de leerlo determinadamente me dijo “ si, esa es la firma de mi papi”.
Varios días después de la visita de su hija, usted fue a mi oficina, la cual funcionaba en la parte delantera de mi casa de familia, y me dijo que deseaba sacarle fotocopia al documento. Aquel día yo tenia que atender una audiencia, y como ya casi era la hora de la misma, le dije que volviera en la tarde para que fuéramos juntos a sacar la fotocopia. Pero usted me dijo que regresaría ese mismo día a Higüey antes del mediodía, porque sólo había venido a comprar unos libros en la librería DISESA, que le entregara el documento para ir a sacar la copia, y que luego me lo dejaría (el original) con mi suegra Doña Anitica. Contrariando lo que la prudencia aconsejaba me atreví a entregarle el acto .
Cuando regrese a mi casa alrededor de la una de la tarde de aquel malhadado día, mi suegra me informó que usted no había vuelto. De inmediato llamé a la residencia de la familia Donastor, donde usted habitualmente se hospedaba. En muchas ocasiones repetí la llamada, y siempre me decían que usted no estaba. Desperado me dirigí a dicha residencia y la encontré allí. Fue entonces cuando me dijo: “Compadre, usted no sabe que el documento se me ha extraviado, lo he buscado por todas partes y no lo he encontrado, pero no hay ningún problema, pues mi hija CARMEN AMELIA y yo sabemos lo que decía. Esto se resolverá. Si es necesario firmaremos cualquier documento reconociendo lo que decía Pachin.
Pero he esperado mas de veinticinco años para que este asunto fuera resulto, como usted me prometió, y aunque nunca he dado crédito a la acusación de que usted destruyó el documento con la finalidad de desconocer su contenido, su inexplicable silencio y su inercia me han dejado sin argumento valido para rebatir esa acusación, pues en ese lapso ni usted ni sus hijos han dado la más ligera señal de su intención de llegar a un entendimiento con los familiares de su esposo, copropietarios del supraindicado inmueble.
Sigo creyendo en usted a pesar de todo. Espero el despertar de su conciencia, quizás obnubilada por una intensa pasión humana, pero incomprensible en una persona de sus condiciones morales, en una alumna de Orfelina Pilier, y sobretodo, en una maestra que pro tantos años se ha dedicado a la enaltecedora labor de forjar espíritus justos, nobles y honestos.
Desde aquel lejano día en el que me dio la infausta noticia de la “perdida” del documento, para sobrevivir a la enorme depresión que me causara ese hecho, he tenido que recurrir a los medicamentos. Estoy muy enfermo y no quisiera que llegara la hora de mi muerte sin que se haya resulto este asunto amigablemente. Con este propósito me ofrezco a fungir de mediador entre las partes.
Si por desavenencias familiares usted no ha cumplido con su obligación moral de propiciar un entendimiento con los hermanos y sobrina de su esposo, creo que al margen de esa motivación debió hacerlo por mí, en recompensa por la confianza que deposité en usted al entregarle un documento que me había sido confiado, y porque mí acción podía colocar, tal como ocurrió, en tela de juicio de mi honradez, que por cierto es la única herencia que dejaré a mis hijos, y que estoy seguros ellos apreciaran más que cualquier extensión de tierras por costosa que ésta fuera.
No dudo que usted, mujer que le ha dado tanto valor a riqueza del espíritu, entiende que el desmedido afán de poseer bienes materiales, transitorios como la vida misma, empequeñece al ser humano, nos hace enanos espirituales, y sobre todo, si el origen de esos bienes no es legitimo, si son por el producto de maniobras dolosas. Los bienes así obtenidos, tarde o temprano quemaran nuestra manos y nuestra conciencia.
Tengo fe en que después que reflexione sobre todo lo que le he expresado, no me seguirá defraudando, y que muy pronto recibiré la gratísima noticia de que el asunto aquí tratado ha sido resuelto para satisfacción de todos los actores y de los “espectadores”, que a cierta distancia, aguardan el final de los acontecimientos para luego emitir su veredicto definitivo.
Lo menos que puedo pedirle es que propicie de inmediato un acuerdo, porque si quedé involucrado en el problema fue por mi lealtad a ciertos principios, como lo que es el respecto al vínculo sagrado del compadrazgo. Espero simplemente reciprocidad.
Con la mayor consideración, le saluda muy atentamente,
Servio Tulio Almanzar Frías
Cc: Maria Teresa
Rolando Ernesto
Carmen Amelia
Sonia Violeta
Ana Maria
Arévalo Cedeño Cedano