Miguel Rone
Era en Santiago de los 30 caballeros. Al escribir sobre temas que no son más que narraciones de una época que ha transcurrido y que detalles de ellas son pasado por alto, mas cuando se trata de temas sociales que dan hasta vergüenza al narrarlos, entramos a estos en forma de novelas en la cual muchos de nuestros lectores, que son lo más acerbos críticos, se dan por aludidos.
Los personajes son todos ficticios, pero no los hechos, que son parte de las vivencias del autor. Testigos son sus compañeros de infancia, que por una u otra razones niegan los hechos vividos y olvidado (adrede) con el sonrojo de que se escriba en torno a una situación que fue en muchos de los casos una verdad incuestionable.
Es esta la historia de una ciudad enclavada entre las cordilleras Central y Septentrional, al borde occidental del Valle de La Vega Real. Es una ciudad romántica hasta en sus amaneceres, Santiago, lugar único que extasía a todo el que logra posar sus ojos en su nieblas mañaneras, no hay quien pueda no sentir el oteo maternal de su cordillera con su empinado pico de “Diego de Ocampo”, en el lado Norte. En el lado Este otro vigilante mas egregio “El Monumento a los Héroes de la Restauración”, pero todo aquel que vivió la pesadilla de la dictadura de Trujillo, recuerda al verlo, la mole de cemento que con dureza te obligaba a acatar las leyes que el régimen de entonces te obligaba cumplir fielmente, te acechaba, esa mole de mal recuerdo que entonces se llamaba; “Monumento a la Paz de Trujillo”.
Santiago de jóvenes valientes y héroes colosales que en todas la historia siempre brilla como ciudad cosmopolita donde el trabajo y el agro son las fuentes de su gran riqueza. Ese es mi Santiago, donde recorría su gran rio; Yaque del Norte, jugué en sus aguas desde Nibaje hasta La Joya, bebí de sus aguas, sufrí en sus aguas, me enamore en sus aguas profundas y tranquilas al llegar a la Baica.
Aquí nació la historia de Juan Barrientos, por el apellido de su madre Doña Clotilde Barrientos. Un niño que asido de la falda de su madre es arrastrado a la gran ciudad, abandonados ambos por la desconsideración de un hombre machista que no aceptaba la paternidad, ya que esto le afectaba su hombría en su lugar de origen. Así llego Juan a cumplir con un calvario que él no había escogido. Aquí supo lo que era el hambre por falta de comida, alimentarse con tizana para mitigar el hambre. Con solo seis años supo lo que era buscase su comida para sobrevivir, echar momentos achicando agua de La Baica, para llegar al otro lado, al pueblo, al basurero de Don Carlos Gallardo ubicado al final de la ciudad próximo al Matadero Municipal, para disputarles a los cerdos sus manjares, que también eran apetecidos por su madre.
Cruel ironía con el destino de un niño que apenas abre los ojos para ver la ciudad y sin ninguna seguridad, comienza al trabajo desconsiderado para cargar con una cruz de inquina y de dolor. La niñez de Juan es mejor ignorarla. (Continuará)