Cuando Emma Heming se casó con una de las estrellas de cine más famosas del mundo, un macho alfa capaz de tumbar con un guiño al más pintado, no se imaginó el destino que les depararía a ambos. Mientras Bruce lidia con su demencia frontotemporal, su mujer y cuidadora nos cuenta cómo ayuda a otras personas que también experimentan el más largo de los adioses.
Por Anna Peele Vanity Fair
Fotografía de Norman Jean Roy
Traducido y adaptado por Darío Gael
Blanco
Para cuando entendió que algo estaba
sucediendo, aquella parte de su vida ya se había terminado.
Emma Heming Willis aún no sabía que su
marido padecía demencia frontotemporal. La enfermedad, conocida como DFT,
afecta a los lóbulos frontal y temporal del cerebro, que controlan el lenguaje
y comportamiento. Cómo perciben el mundo y cómo se desenvuelven en él. Estas
secciones del cerebro de Bruce Willis —las que le convirtieron en una estrella
de cine internacional y, lo que resulta mucho más crucial para Emma, en una
pareja protectora y un padre exuberante— se estaban muriendo.
Lo que Emma sabía era que Bruce había
cambiado. Al principio pensó que se trataba del tipo de declive que se da en
las relaciones largas. Acabó por alarmarse. Emma recuerda este misterio que le
cayó como una losa: “¿Qué está pasando? Esta no es la persona con la que me
casé. Algo no va nada bien’. Y no daba con ello”.
Emma, de 49 años, se encuentra en el
jardín de la casa de su amiga Franne Golde, en Beverly Hills, mientras narra
aquellos acontecimientos. Es un día cálido de julio y quedan dos meses para que
se publique su libro The Unexpected Journey (“El viaje inesperado”) en Estados
Unidos. Emma está impecable con sus vaqueros, una camiseta de rayas de Xirena y
unas bifocales de Oliver Peoples a las que aún no está acostumbrada; de hecho,
se tropezó en las escaleras principales de Golde. La exmodelo posee una postura
que le permite parecer erguida incluso al recostarse en un cojín, apoyando la
barbilla en su mano izquierda. Una mano con un anillo de oro mate —un regalo de
Bruce por su quinto aniversario— en lugar de sus anillos de compromiso y de
casada. Golde sale de vez en cuando para rellenar una jarra de lo que ella
llama spritz de arándanos, una receta secreta sin alcohol que parece ser zumo
de arándanos y agua con gas.
Golde no lo dice, pero claramente está pendiente de su amiga durante toda la entrevista; en 2022, su marido, el músico y productor Paul Fox, falleció por complicaciones relacionadas con su Alzheimer precoz, una variedad más común de demencia que afecta a la memoria. Golde conoció a Emma en 2021 a través de un amigo en común, Robert Kraft. No el dueño de los New England Patriots, sino un productor y compositor al que Bruce conoció en 1980 en Nueva York, durante su etapa de camarero. Bruce durmió en su sofá la noche antes de presentarse al casting de Luz de luna.
Antes de poder obtener la horrible respuesta a la pregunta de qué era lo que estaba pasando con su marido, a Emma le preocupaba que Bruce se estuviese convirtiendo en una persona con la que ya no quería estar casada después de más de una década, o quizás que simple y llanamente ya no estuviese enamorado de ella. “Sentí que mi matrimonio se desmoronaba”, dice. Se planteó el divorcio. La vida con Bruce, su “historia romántica, preciosa” había sido un alivio, un descanso tras el esfuerzo y la presión de todo lo que le sucedió antes de conocerle.

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