Las trayectorias de Julio Iglesias y Quincy Jones tuvieron muchos puntos de contacto. Sin embargo, y a pesar de los diferentes intentos, el español y el productor estadounidense, fallecido a los 91 años, nunca consiguieron colaborar juntos.
Por Eduardo Bravo Vanity Fair
Durante mucho tiempo, las vidas de Julio Iglesias y Quincy Jones,
fallecido este domingo a los 91 años, se cruzaron y, a pesar de las ganas de
los dos artistas, esa deseada colaboración nunca se llegó a concretar. La
relación entre Iglesias y Jones comenzó a principios de los años 80.
Tras el secuestro por parte de ETA del doctor Iglesias Puga, liberado
unos días después por la policía, el artista español, ya separado de Isabel
Preysler, decidió afincarse con sus hijos Chábeli, Julio José y Enrique en
Estados Unidos. Además de protección para su familia, el país le ofrecía al
español la posibilidad de iniciar su particular conquista del mercado
angloparlante con el apoyo de su compañía de discos CBS.
De cara a emprender esa nueva vida, su manager y amigo Alfredo Fraile le
consiguió un idílico lugar en el que trabajar en sus grabaciones y pasar
temporadas. Nada menos que una casa situada en el 1100 Bel Air Place, revestida
en madera, con tres plantas, seis habitaciones, ocho cuartos de baño, piscina y
pista de tenis cuya renta mensual ascendía a 12.000 dólares de los años 80.
Como relataba Hans Laguna en su libro Hey! (Contra, 2022), “allí se fue
a vivir Julito con su círculo cercano: Alfredo Fraile, Ramón Arcusa y su esposa
Shura, su personal assistant Toncho Navas y también Miriam, su cocinera de
confianza”. Esta mujer de origen dominicano sería la encargada, según Laguna,
de “preparar las comidas que diariamente se celebrarían en Bel Air para una
docena más de personas”. Entre ellas, Albert Hammond, Tony Renis, el ingeniero
de sonido Humberto Gatica y diversos invitados como Ana García Obregón
—"que se alojó una temporada en la casa mientras hacía sus pinitos en
Hollywood, como en la película Bolero o la serie de televisión Hospital
General", apunta Laguna— e incluso Michael J. Fox, Jane Seymour, Don
Johnson, Joan Collins, Angie Dickinson o Quincy Jones. De hecho, el productor
quedaría tan fascinado por la casa que, cuando Julio abandonó la vivienda para
mudarse a su mansión de Indian Creek, Jones adquirió la casa de 1100 Bel Air
Place, en la que residió las siguientes dos décadas.
Favores de amigo
Conseguirle la mansión de Los Ángeles no era el primer favor que Julio
le había hecho a Quincy. Poco tiempo después de instalarse en Estados Unidos,
CBS, a través de su sello Epic, había lanzado en todo el mundo Thriller, un
disco de Michael Jackson con producción de Jones, que se había convertido en un
superventas en todos los países… menos en España.
Según recuerda en su blog El Mundano, Adrian Vogel —que por entonces
trabajaba en las oficinas centrales de CBS en Nueva York—, un día, estando
Julio Iglesias de visita en la Gran Manzana para hablar con el Presidente
Internacional de la discográfica, se les acercó Lisa Kramer, responsable de
marketing para países fuera de Estados Unidos que les interpeló: “A ver
españoles ¿Cómo es que el disco más vendido del mundo no existe en vuestro
país?”. La pregunta fue acompañada, además, de una amenaza directa hacia Vogel:
“Voy a tener que echar al que lleva Epic y mandarte de vuelta a España”.
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