En República Dominicana, los feminicidios han sido una triste realidad. Según un estudio del Observatorio Político Dominicano (OPD), en los últimos cinco años (2016-2020), se registraron al menos 486 feminicidios. De estos, 166 ocurrieron en el período 2019-2020, dejando a unos 189 menores de 18 años huérfanos de padre y/o madre.
Margarita Cordero Diario Libre
Santo Domingo.- Con sus trece feminicidios consumados y sus seis intentos fallidos, abril ha sido el mes en el que la violencia de género cegó más vidas de mujeres durante el primer semestre de este año. Desde enero hasta junio, treinta y siete mujeres han sido asesinadas por parejas o exparejas. En doce de los casos, los feminicidas se suicidaron. Varios de los feminicidios fueron cometidos delante de los menores procreados con la víctima o hijos de esta de una anterior relación.
El número de feminicidas que se suicidaron durante este
lapso equivale al 32.5% de los agresores. Todavía insuficientemente estudiado,
el fenómeno se extiende en el país y en el resto del mundo occidental y
encuentra explicaciones que terminan remitiendo al lugar común del
remordimiento, la vergüenza social o la elusión consciente de las consecuencias
de sus actos por el agresor.
De hecho, estas últimas explicaciones siguen siendo las
más socorridas. Pero no son las únicas. Estudiosos y estudiosas de la violencia
de género han aventurado otras hipótesis que interpretan el suicidio del
feminicida como culminación de la propia conducta machista. Muerta la que era
el alimento cotidiano de su masculinidad tóxica, la vida del feminicida pierde
sentido porque su acto lo ha llevado a quedarse sin el objeto de su control.
Un artículo de Andrés Montero Gómez, publicado por el
periódico feminista Mujeres en Red, desmonta el presunto miedo a la sanción
social, partiendo de que la violencia contra las mujeres, aun la extrema, está
legitimada por la cultura, por lo que el feminicida no teme ser sometido al
juicio o condena social. Además, la propia y sistemática conducta agresora
evidencia su impermeabilidad a las eventuales desaprobaciones.
De hecho, una revisión a vuelo de pájaro de la prensa
dominicana alojada en internet, vendría a avalar la tesis de Montero Gómez. En
un significativo número de casos, los medios anteponen los datos del feminicida
?suicida o no? a los de la mujer asesinada. Los celos siguen ocupando titulares
y las bondades del carácter del agresor, relevadas: era un hombre tranquilo,
nunca lo vieron ejercer violencia contra su víctima, era trabajador y buen
vecino, por lo que su “inesperado” acto “consterna” al entorno, paralizado en
su asombro.
Las publicaciones más procaces, aunque también prensa
“seria”, utilizan un lenguaje ofensivo contra la víctima, o les dan crédito a
las declaraciones del verdugo sin ningún esfuerzo de comprobación. Sirva como
ejemplo el titular “Hombre mata mujer porque lo contagió de enfermedad”. Un
periódico “serio” que se hizo eco del feminicidio, solo en el segundo párrafo
afirma que “según versiones” esta habría sido la causa. Empero, en su titular y
en el primer párrafo de la noticia este contagio no comprobado se toma por un
hecho.
“Casi todos los agresores matan a la mujer después de
que ella haya decidido abandonarles ?expone Montero Gómez?. Es la pérdida de
control lo que precipita el asesinato, y también el suicidio posterior. En
violencias sistemáticas, el agresor machista ha construido su universo vital
prácticamente alrededor de la dominación traumática de una mujer. Cuando es
prolongado, el sometimiento de otro ser humano acaba convirtiéndose en el
centro de la vida del agresor, es el referente que le otorga significado primordial
a su existencia. Cuando desaparece ese centro, la vida pierde sentido para el
torturador”.
Medios para cometer los feminicidios
Arma de fuego 12
Arma blanca 11
Ahorcamiento 6
Degüello 2
Golpes 2
Asfixia 2
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