(Extracto)
Escrito por:
Enrique Cabrera Vásquez (Mellizo)
SAN PEDRO DE
MACORIS.- Indudablemente que Góngora (Luís de Córdoba y Aragot, 1561-1627) fue
un poeta inmenso, brillante, sobresaliente, magnifico y extraordinario, de
dimensiones vastas. Artífice de un género único en la creación lírica. Es incuestionable que Miguel Hernández fue un
bardo estupendo, significativo y conmovedor, que flexibilizó los acerados
corazones de su época. Es innegable que Juan Ramón Jiménez se granjeó el
respeto de las clases sociales ante el peso hipnótico de sus versos, cándidos y
sublimes. Es una realidad universal que España, la Madre Patria, nos ha dado a
un Rafael Alberti, grandioso, excelente y genial, cuya configuración señorial y
majestuosa le hizo digno del merecido pomposo y justo título de Poeta Nacional
de España. Es verdad que España ha producido poetas de vuelos altos e infinitos
como Valle- Inclán, Azorín, Benavente; que nos ha dado también, a un Ortega y
Gasset, un Miguel de Cervantes; un Goya, un Picazo, un Velásquez, un Morillo,
Un Greco. Que nos ha dado figuras
místicas de la proporción cósmicas de Santa Teresa, San Juan de la Cruz y Fray
Luís de León. Que produjo escritores magistrales como López de vegas, Calderón
de la Barca, Benito Pérez Caldos, y otros tantos superbos de la palabra hecha
literatura, canto, versos y prosas. Verdad histórica incuestionable.
Pero igualmente
constituye una realidad insoslayable, histórica, que tras las huellas y sobre
las huellas de estas pléyades de constelaciones cautivantes, de España y del
universo, emergió un auténtico poeta que recogió en sus versos precisos, los
anhelos libertarios y justicieros de todo un pueblo que se batía en desiguales
condiciones contra el avance del franquismo fascista, que al final se impuso en
España bajo la égida del general asesino y déspota, Francisco Franco.
Sí; en medio del
cuadro aterrador y espeluznante de la Guerra Civil española (17 de julio de
1936 al 1 de abril de 1939), surgió la conmovedora y fresca figura del mejor
cantante de su pueblo, del talentoso e inigualable FEDERICO GARCIA LORCA, un
vigoroso poeta del pueblo. Un producto genuino de su tiempo. Un suprarrealista
inconmensurable y sensacional.
Este portentoso
poeta de las masas, excepcional, sin parangón, de versos sencillos y profundos,
altamente sensible al dolor humano, a la angustia del pueblo; un misionero
redentor, comprometido con los ideales más nobles de la humanidad: El
establecimiento de un sistema social y político que erradique de la faz de la
tierra todo vestigio de opresión y explotación.
Un militante de
vanguardia de la utopía y de los sueños altos, que supo con responsabilidad y
sobrada valentía aquilatar en la conjugación de su práctica social, altruista y
consecuente, el llamado histórico de su tiempo, ingresando al privilegiado
sitial de la grandeza humana; de la gloria y la eternidad humana; que no se
conformó con las declamaciones teatrales de sus versos vigorosos, combinando la
denuncia apasionada y contundente contra la desigualdad social, con su
militancia revolucionaria, vehemente, calzándose atrevidamente las botas en la
justa y necesaria brega por barrer con las lacras que se acentuaban en España.
Fue la energía
vibrante de la palabra, anatematizando todas las injusticias, estigmatizando
con su poesía enérgica el indigno orden social oprobioso y cruel que se cernía
sobre su amada patria.
Federico García
Lorca nació en Granada, España, en 1898, y “murió fusilado el 19 de agosto de
1936, en un barranco próximo al pueblo de Víznar”, también, en su España amada.
Desde muy joven descolló su vocación poética y sus esmeradas condiciones y
cualidades de dramaturgo. (Imagen,
grabado, el fusilamiento de García Lorca)
Cursó la carrera
de letras en la Universidad de Granada, “ciudad donde también fue discípulo de
piano y guitarra, de Manuel de Falla”. Continuó sus estudios universitarios en
Madrid, y “allí se instaló en la residencia de estudiante, donde hizo amistad
con Salvador Dalí y los poetas Moreno Villa y Prados”. Su primera obra
dramática la estrenó en la capital española en 1920, El Maleficio de la
Mariposa.
En 1921 publicó
su primer libro de poesía: el libro de poemas. A partir de aquí inició su
galopar planetario. Su producción lírica y teatral asume un curso ascendente e
infinito, inmortalizándolo como un grande entre los grandes.
Con la
publicación en 1927 de su libro Canciones, y estrenó del drama Mariana, “ambos
recibidos elogiosamente por el público y la crítica”; marcó ascendentemente la
proyección de su gigantesca personalidad poética.
El año
siguiente, 1928, fue el de su mayor éxito, la publicación del Romancero gitano,
romances que alcanzaron en seguida la popularidad. En 1929 hizo un viaje a
Estados Unidos, acompañando a Fernando de los Ríos.
Su estancia en
Nueva York dio como resultado un nuevo libro de poesía, Poeta en Nueva York,
que no apareció en volumen hasta 1940, en México, y que representa el
cuestionamiento del poeta granadino hacia la sociedad norteamericana a través
de un lenguaje surrealista. En 1930 acaparó la atención de la crítica con los
estrenos de sus piezas dramáticas, La Zapatera Prodigiosa, El Público y Así que
pasen cinco años.
Proclamada la
república, y con la ayuda de Fernando de los Ríos, fundó La Barraca, teatro
universitario ambulante, con el que recorrió casi toda España representando la
mejor dramaturgia clásica española.
En 1933 obtuvo
sus primeros grandes éxitos teatrales con Bodas de Sangre y Amor de don
Perlimplin con Belisa en su Jardín, obras que denotan ya su fuerte personalidad
dramatúrgica. En 1934 se repitió el éxito con la tragedia Yerma, y apareció el
Llanto por Ignacio Sánchez Mejía, amplio poema inspirado en la muerte del gran
torero e íntimo amigo suyo. En 1935 estrenó tres nuevas piezas dramáticas: la
versión completa de la Zapatera Prodigiosa, El retablillo de don Cristóbal y
Doña Rosita la Soltera. En 1936 escribió otra tragedia, La casa de Bernarda
Alba y publicó Primeras canciones poemas escrito en 1922.