Ivonne Ferreras
(7dias.com.do).- “Con Dios y Trujillo” era el lema obligado en cada hogar dominicano durante la satrapía trujillista. Con esta frase se ocultaba el terror visceral a ser detenido en el mejor de los casos, en el peor, desaparecer de la faz de la tierra. Era una expresión de la sangrienta dictadura. Este martes, la frase fue rememorada frente a las instalaciones de Telemicro, esta vez para proclamar al expresidente Leonel Fernández, cuando acudió a grabar el discurso de justificación del déficit fiscal que ahoga a los dominicanos.
“Con Dios y Leonel”, repetida por los cientos de militantes peledeístas que acudieron de manera “voluntaria y espontánea” a las instalaciones de la planta televisora para dar apoyo al exmandatario, constituye la máxima expresión de la soberbia del poder.
Un país absorbido por un déficit fiscal, con una reforma que ahogará aún más la frágil economía de los dominicanos, vio ayer con sorpresa, si el término todavía cabe para los millones de habitantes de este pedazo de isla, cómo este grupo de corifeos vociferaba a todo pulmón, “Dios y Leonel”.
El frenesí con que gritaban los convocados no es producto de la casualidad. No hay que olvidar que Leonel Fernández, ante la incertidumbre de si se repostularía a la presidencia, pese a que la Constitución que hiciera a su medida lo prohibía, se vendía como un producto del destino. Este fenómeno político dominicano, resultado del proceso de evolución histórica que vincula al destino como un fenómeno propio del pensamiento y no como producto de la realidad social, forma parte de la predestinación en que tanto creen los dominicanos y de lo que tiene conciencia el exmandatario.
Por tanto, la referencia hecha por Leonel en ese momento mostrando “el destino”, como propaganda política, hay que vincularlo a elementos de la construcción social dominicana como el mesianismo y el caudillismo, insertos en la cultura del pueblo.
Analizar lo que ha representado en la historia republicana la figura del “destino”, es encontrar su presencia en los grandes momentos. A saber: la Independencia, la Restauración, la Anexión, las intervenciones norteamericanas.
La frase “Dios y Leonel” se asocia a la manipulación política en la que se asumió como figura del destino. Vale preguntar cuál destino visualizan los dominicanos. Los dominicanos asumen el destino como el bienestar, la tranquilidad, la devoción por Dios, el sentimiento cristiano; si la gente aspira a la paz, “el destino” no puede referir a lo fatal. En ese sentido, vincular la figura de Leonel al destino, comparándolo con Dios, es intentar manipular las creencias de la gente, que no lo visualiza como el infierno, sino como el paraíso.
El grito de “Dios y Leonel”, igual que las vallas en las que se proyectaba como el destino de los dominicanos, aparte de ser un elemento sintomático de las pretensiones del político, conecta con el intento de recuperar la noción de destino de la conciencia colectiva para relacionarlo con su figura. Es decir, que para alcanzar el destino aspirado, el pueblo necesita a Leonel.
Durante la época de la colonia se produjo un hecho que ilustra muy claramente el sentido del destino. Se trata de la batalla del Santo Cerro, una batalla ganada por los aborígenes que terminó con una masacre de ese mismo pueblo, y al final, todo se le atribuyó a la virgen de Las Mercedes, una figura emblemática de la tradición y la religiosidad.
Si el destino se asocia a algo, es precisamente al Todopoderoso. Y en un pueblo de tradición cristiana y de omnipresencia de los actores religiosos de la cultura afro, se conforma un sincretismo cultural con hegemonía en la religión católica. Se pretende entonces vender a Leonel como un producto del destino porque el pueblo, que tiene a Dios esperándolo, lo encontró en el camino.
Sin decirlo, Leonel Fernández ha intentado recuperar la vieja propaganda trujillista que declaró al dictador “Benefactor de la Patria”, “Padre de la Patria Nueva “ y lo hizo jefe incluso de los hogares. Leonel como “destino” podría ser el camino más directo a la dictadura.