Pablo Vaca Clarín | ☕ 7 Minutos
Siempre
es complicado tener un socio. Sea en un kiosco de golosinas o una corporación
multinacional. Es difícil acordar cuánto pone cada uno para sacar qué. En la
política, por supuesto, sucede lo mismo. La alianza nonata -hasta el momento-
entre el PRO y el oficialismo ofrece la prueba más concluyente del teorema.
Vienen
coqueteando desde hace rato, pero no llegaron a un acuerdo. Javier Milei y su
círculo cercano piensan que no tiene sentido hacer un arreglo general con el
macrismo porque creen que los partidarios del PRO ya saltaron a La Libertad Avanza.
Mientras tanto, en el partido amarillo están quienes prefieren sacar pocos
votos, pero conservar la pureza republicana, y quienes creen que no se puede
hacer campaña con “peros”.
En LLA
están acostumbrados a apostarlo todo. Hasta ahora, no arriesgaban nada, pero
ahora el pozo en juego es importante. En la Ciudad, por ejemplo, cada uno
tendrá lista propia. El peronismo se relame los labios. La utopía de triunfar
en la Ciudad aparece más cercana que nunca. Ese escenario -perder en casa-
dejaría al PRO casi en coma. Pero mal haría el Gobierno en pensarlo como un triunfo.
El PJ renacido sumaría un impulso que puede ser determinante en el distrito más
importante, por lo populoso, del país: la provincia de Buenos Aires.
¿Qué
certezas podrían ofrecer al mundo económico un oficialismo derrotado en los dos
distritos más influyentes del país? Una cosa es despertar confianza en los
inversores y otra pedirles un acto de fe.
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