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21 de enero de 2012

Quieren linchar al juez Garzón

Rafael Peralta Romero
Rafael Peralta Romero
La opinión pública mundial  observa alarmada  el juicio que se sigue en España  al   juez Baltasar Garzón, acusado de prevaricación porque autorizó escuchar conversaciones telefónicas de unos prisioneros    evidenciados de corrupción. Con esto  se busca poner fin a la carrera de un magistrado que ha constituido un baluarte para la defensa de los derechos humanos y  la persecución del crimen organizado.
El pasado martes   compareció al Tribunal Supremo, en Madrid, y una reseña de la agencia Efe dio cuenta de que “llegó arropado por los aplausos de sus partidarios”.  No obstante, Garzón  no es optimista en cuanto al resultado del juicio. Los mafiosos que él mandó a la cárcel están vinculados   a grupos de poder, que  incluye el partido de gobierno
Garzón, de 56 años, lleva 31  en el  servicio judicial. No ha tenido miramiento para mandar a la cárcel a quien se lo haya ganado, sin importar bandería política, incluido el Partido Socialista Obrero Español, con el que alguna vez tuvo relación cercana. Narcotráfico y corrupción política  han  sentido la  ofensiva de este digno servidor de la justicia.
A final de los años  noventa obtuvo notoriedad internacional por su orden de captura en Londres del infausto  dictador chileno  Augusto Pinochet, y la posterior  persecución  de sus congéneres argentinos Videla, Massera,  Galtieri y decenas de militares asesinos de ese país. El mundo lo aplaudía,  pero el franquismo subyacente  en ciertos grupos, lo acechaba.
La prensa mundial ha destacado el juicio al  honorable magistrado. La cadena británica BBC destaca que  "resulta paradójico que una de las razones por las que el magistrado tendrá  que sentarse en el banquillo es, precisamente, por haber intentado" investigar los crímenes del franquismo.  El diario El Mercurio, de Chile, doliente de Pinochet, resalta que Garzón es juzgado por escuchar conversaciones privadas. 
En este  juicio   no pueden  aislarse   el caso Gürtel y  los escándalos que salpican al Partido Popular y  la revancha franquista.  Los señores Francisco Correa y Pablo Crespo, y su  abogado Ignacio Peláez sustentan la acusación contra Garzón.  De  Correa y Crespo se dice  que  repartieron millones entre dirigentes del  Partido Popular  para conseguir sustanciosos contratos.  Están  en prisión desde que los encarceló Garzón.
El  magistrado, que lleva casi dos años suspendido de funciones, tiene  otras dos causas  abiertas —por investigar crímenes del franquismo y por cobros de dos cursos jurídicos impartidos en Nueva York y en los que otro juez lleva más de dos años buscando un supuesto cohecho— todo lo cual evidencia que la trama en su contra  ha sido bien orquestada. Por eso ha dicho: “Estoy ante el pelotón de fusilamiento y he pedido que me quiten la venda de los ojos para mirar de frente”.
Su  osadía  lo tornó controversial, atípico  y quizá  muy mediático.  Ha cometido errores, pues  además de humano, es ferviente en sus actos. En su trayectoria predominan  los aciertos sobre  los desvaríos. Pero ahora no importa su  historial de acciones en defensa de la humanidad, todo indica que el ajuste de cuentas va.  La extrema derecha y el crimen organizado podrían inhabilitar al valioso juez Baltasar Garzón.
Los reportes de prensa, a propósito del juicio,  recogieron frente al Tribunal Supremo  la foto de unos señores  maduros  con un cartel que decía: “España al revés: corruptos y fascistas hacen juzgar al  juez”. Juez debió escribirse con mayúscula inicial.

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