Por Rosario Espinal
La República Dominicana registra una larga historia de disputas
electorales y nunca el país ha logrado llegar a un punto en que las elecciones
transcurran con relativa tranquilidad y confianza en las autoridades
electorales.
Con frecuencia alguna de las fuerzas contendoras denuncia que se gesta o
se produjo un fraude, con razón o sin ella.
Sin duda, la historia política dominicana antes de 1978 estuvo plagada
de fraudes, y después de la transición política de 1978 se han presentado casos
de fuertes disputas en torno al fraude, sobre todo, en las reelecciones de
Balaguer en 1990 y 1994.
También es cierto que el voto automatizado utilizado en las primarias
del PLD de octubre pasado, y que colapsó en las elecciones municipales de
febrero, generó fuertes disputas y protestas
Pero, a pesar de todos esos percances, desde 1996, la República
Dominicana ha logrado importantes avances en el sistema electoral y no es tan
fácil hacer fraude.
Ojo: las malas prácticas electorales, algunas incluso definidas ya como
delitos electorales (por ejemplo, pagar para que alguien vote o no vote), no
representan exactamente un fraude, en tanto el votante es consciente de que
vende su voto. Un fraude implica la manipulación de votos para modificar la
intención de los electores.
En las elecciones presidenciales del pasado 5 de julio se registró una
abstención electoral de 45%. Para el estándar dominicano es un porcentaje muy
alto. Si comparamos, en las elecciones presidenciales de 2012 y 2016 la
abstención fue de 30%, y el promedio de abstención en elecciones presidenciales
para el período de 1978 a 2016 es 27%.
¿Qué causó esa alta abstención?
La respuesta inmediata sería temor al COVID-19. Pero al mirar los datos
de participación electoral encontramos sorpresas.
Por ejemplo, durante la campaña, la oposición dijo que el Gobierno metía
miedo a la población con el coronavirus para provocar mayor abstención y ganar.
Sin embargo, los datos revelan que el partido afectado por la abstención fue el
PLD, no el PRM. Veamos.
En el 2016, el PLD y aliados recibieron 2,847,438 votos y en el 2020
solo 1,537,078, para una diferencia de 1,310,360 votos menos. Por el contrario,
el PRM y aliados recibieron 1,613,222 votos en el 2016 y 2,154,866 en el 2020,
para una diferencia de 541,644 votos más. Los electores que perdió el PLD no
fueron fundamentalmente a Leonel Fernández, que solo alcanzó 365,226 votos.
La pregunta entonces es: ¿por qué perdió el PLD tantos votantes que se
abstuvieron?
Nadie tiene la respuesta precisa a esta pregunta porque, para saberlo,
habría que preguntar directamente a los abstencionistas mediante una encuesta.
Carente de esa información se utilizan diversos supuestos; pero, lo que es
claro, es que esa masa abstencionista no se sintió motivada a votar por nadie.
La lección entonces para todos los partidos es que necesitarán
estrategias de motivación más efectivas para que en futuras elecciones no se
repita una abstención tan alta, atípica para la República Dominicana.
Finalmente, si, con una abstención de 45% el PLD hubiese ganado las
elecciones del 5 de julio, en el país habría hoy una gran crisis
político-electoral bajo el argumento de que el PLD asustó la población con el
coronavirus para, mediante la abstención, impedir el triunfo de la oposición.
Por suerte ganó el PRM y las elecciones han sido inmediatamente
legitimadas como buenas y válidas a pesar de la alta abstención. La JCE hasta
se redimió.