Voces y ecos
RAFAEL PERALTA ROMERO
rafaelperaltar@gmail.com
Tuve un encuentro casual, en una tienda, con una fina dama con la que
suelo hablar de literatura y solo de
literatura. Pero esta vez la amiga puso
un tema con el que me dejó sorprendido. Habló con sentimiento y convencimiento
acerca de la tragedia que sufre la República Dominicana, originada en el
despiadado despojo de sus bienes por parte
del partido que gobierna desde
hace catorce años.
No se quedó en gritos y lamentos, pues es
persona de buen juicio, y planteó como una prioridad la unión de todos los
dominicanos sensatos para evitar que el país continúe por el desafortunado derrotero por el que lo conducen. Es una
responsabilidad de la clase política
propiciar ese aglutinamiento a
fin de enfrentar un presentido
retorcimiento constitucional para que esta situación siga.
Cada momento de la historia exige a los
ciudadanos de un país actuar conforme las circunstancias lo demandan. En 1844
el compromiso de un ciudadano de buena
voluntad y preocupado por el destino de lo que es hoy nuestro territorio,
consistía en unirse a la lucha por la independencia para dejar establecida la
República Dominicana como un Estado independiente.
En otro momento -1863- el reto para los buenos ciudadanos era contribuir al restablecimiento de la
independencia deshonrada por un “inconsulto caudillo”, con cuya acción retornó
nuestro país a la condición de colonia española. Dos años duró la Guerra
Restauradora y los dominicanos de ese momento asumieron el rol que les
correspondía. Y volvió a enarbolarse nuestra bandera.
Enfrentar
el nocivo señorío de Pedro Santana o de Buenaventura Báez, luego la dictadura de Heureaux y más tarde resistir la oprobiosa invasión gringa de 1916 y a seguidas complotar contra la
tenebrosa Era de Trujillo, conllevaron esfuerzos, unidad de propósitos y
sentido de la responsabilidad de los ciudadanos a los que correspondió vivir
cada trecho de la historia.
Las circunstancias actuales reclaman de los
dominicanos la voluntad firme de
rescatar la decencia en el ejercicio de
la política, reclamar el cese de la
corrupción de Estado y se devuelva al pueblo
el derecho al sosiego. Sin paz no puede haber desarrollo ni felicidad.
Sin sanidad en la administración de
justicia, la democracia es vana. A nosotros corresponde unir esfuerzos
para salvar nuestra democracia.
Lo que demanda el momento es recuperar
la honestidad y la transparencia, y hacer cesar la corrupción y la
impunidad. El esclarecido pensamiento del fundador de la República, Juan Pablo
Duarte, está con nosotros para justificar este reclamo: “Nunca me fue tan
necesario como hoy el tener salud, corazón y juicio; hoy que hombres sin juicio
y sin corazón conspiran contra la salud de la Patria."
(Publicado en EL NACIONAL, 27-7-18)