Por
Denis Mota Alvarez
Recuerdo que la tarde del
17 de marzo de 1975 fue atravesada por una brisa intempestiva, sobrecogedora y
negra. Luego los noticieros: Radio Mil Informando, de Radio Mil, y Noti Tiempo,
de Radio Comercial, dieron a conocer al país el horrendo y anunciado asesinato
del periodista y dirigente del Partido Comunista Dominicano, Orlando Martínez,
director de la Revista ¡Ahora! y columnista del periódico El Nacional de
!Ahora!
La prima noche de ese
martes, yo estudiaba Historia de la Ideas Políticas, un libraco del ruso V.S
Pokrovski, para un examen que se suspendió en la Escuela de Comunicación, de la
Facultad de Humanidades, de la Universidad Autónoma de Santo Domingo, donde
también estudiaba Orlando.
La noticia, como un tiro a
mi corazón, me llegó en compañía del amigo y colega estudiante de periodismo,
Frank Peña Tapia, en su residencia en la Arzobispo Meriño con General Cabral,
en la Zona Colonial de Santo Domingo.
Las horas de impotencia y
el silencio en la noche luctuosa conmovieron el alma nacional
y quedó para la historia la persistencia del dolor. La juventud y
el talento de Orlando se marcharon heridos de muerte. Los asesinos, los
generales, que planearon el asesinato y el presidente Joaquín Balaguer,
celebraron la muerte de Orlando con algarabía.
Recientemente vi en la
revista Hola (versión dominicana) a Ramó Emilio (Milo) Jiménez, de bastón en
manos, celebrando las bodas de su nieta, Orlando no tuvo nietos. El
ex-Jefe de Estado Mayor del E.N., Mayor General, Rubén Darío Paulino Sem,
E.N., le entregó en 2012 una Placa de Reconocimiento al 3
veces Ex Jefe de Estado Mayor del Ejército Nacional, Mayor General (r), Enrique
Pérez y Pérez, Ejercito Nacional. Acompañaron a Pérez y Pérez su esposa e hijo.
Orlando no tuvo hijos y solo recibió de reconocimiento una tarja mortuoria en
la Avenida José Contreras, donde cayó asesinado.
Pero ni los asesinos
materiales, tampoco los generales que ordenaron matarlo y mucho
menos Joaquín Balaguer, que los encubrió a todos, no contaron con los
versos incriminantes del poeta dominicano Manuel del Cabral:
Aire Durando.
¿Quién ha matado este hombre
que su voz no está enterrada?
Hay muertos que van subiendo
mientras más su ataúd baja...
Este sudor, ¿por quién muere?
¿Por qué cosa muere un pobre?
¿Quién ha matado estas manos?
¡No cabe en la muerte un hombre!
Hay muertos que van subiendo
cuanto más su ataúd baja...
¿Quién acostó su estatura
que su voz está parada?
¿Quién acostó su estatura
que su voz está parada?
Hay muertos como raíces
que hundidas... dan fruto al ala.
¿Quién ha matado estas manos,
este sudor, esta cara?
Hay muertos que van subiendo
cuanto más su ataúd baja...