POR DENIS MOTA ALVAREZ
|
Denis Mota Álvarez
|
La patria, ese pedazo de tierra que contiene los
valores, la lengua, la cultura, las viandas, el agua, los bosques y el
variopinto de etnias, ideas y sueños de todo un pueblo, que se identifica con
una nacionalidad, no se endereza ni arregla matando a sus hijos, por
diferencias de ideas.
Vi al Dr. Luis Díaz en el video donde pedía las
cabezas de los periodistas Huchi Lora, Juan Bolívar Díaz, Amelia Deschamps y
Roberto Cavada, quienes denunciaron recientemente que son amenazados de muerte
por “desconocidos” que los acusan de “traidores a la patria” por su posición
frente a los migrantes haitianos y sus descendientes.
Mal haría el Movimiento Patriótico Independiente con
atizar la idea del crimen, una especie de “yihad” al amparo
de una supuesta traición a la patria contra quienes proclaman que los hijos de
los haitianos, que han nacido en suelo dominicano, son nacionales dominicanos,
al margen o en desacuerdo de cualquier normativa jurídica.
Creo, firmemente, que la disputa migratoria haitiana
es un problema esencialmente económico, donde los poderosos que se benefician
de la cada vez mayor presencia haitiana, vale decir, dueños de medios de
comunicaciones vinculados a la industria azucarera, las empresas agrícolas, a
los consorcios de la construcción, aquí y en Haití, favorecen, pagan y
sustentan la defensa de la presencia haitiana para sus fines económicos.
Eso no es racismo ni discriminación. Eso simple y
puramente es explotación económica, que históricamente se ejerce contra las
migraciones indocumentadas.
El problema migratorio haitiano y la naturalización de
los hijos nacidos en territorio dominicano es un arma de doble filo, que no
permite caminar haciendo equilibrio al filo de la navaja.
Los comunicadores, los libres pensadores, los grupos
solidarios con causas diversas, que conjuntamente o al margen de los grupos
económicos, defienden la cada vez mayor presencia de los haitianos en el
país, están ejerciendo un derecho, su derecho, y nadie en nombre de ningún
narcisismo patriótico puede envalentonarse y proclamar, amenazar y sentenciar
de muerte a otros dominicanos que no comulguen con sus posiciones.
Los periodistas Juan Bolívar Díaz y Huchi Lora, a lo
largo de sus ejercicios profesionales y ciudadanos, al igual que Amelia
Deschamps y Roberto Cavada han prestado mejores servicios a la patria que el
conjunto de quienes quieren silenciarlos y acallar sus libres opiniones.
No comparto la totalidad de los discursos de Juan
Bolívar ni de Huchi en pro de la defensa del problema migratorio haitiano.
Otorgar la nacionalidad a quienes han nacido aquí tiene muchas aristas y por
tanto hay que examinarlas y decidirlas a la luz de los derechos humanos, del
derecho internacional y de los derechos nacionales, pero sin pasiones ni
truculencia jurídica. Lamentablemente el tema lo enturbian las pasiones y las
sinrazones.
Lo lamentable es que tanto los gobiernos, haitiano y
dominicano, están presionados por dos grupos: económicos y de opinión, en una y
otra dirección, y no han dado los pasos correctos por solucionar, de forma
favorable la situación para los indocumentados y para los hijos de éstos,
dejando espacios a los enfrentamientos, las amenazas de éste y aquel lado, en
tanto el tráfico de haitianos hacia el país y el beneficio de la mano de obra
barata crecen y se multiplican, en contra de los obreros dominicanos y de los nuestros
deficientes servicios públicos.
El embajador haitiano Fritz Cinéas -en fragrante acto
de descortesía- acusó, sin que se le quebraran las palabras, desde el Palacio
Nacional y previo al inicio de los saludos al presidente Danilo Medina con
motivo del Año Nuevo, a la prensa dominicana de incentivar la confrontación
entre ambos países. Nada más falso.
Por su parte, el embajador dominicano en Haití, Dr.
Rubén Silié Valdez, no se pronunció, ni con la timidez que lo caracteriza
cuando tiene que responder las agresiones haitianas, frente a los actos de
agresión a las misiones consulares de la República Dominicana en Anse-à-Pitre y
en Juana Méndez, en Haití, provocando que el personal de esa última sede
diplomática fuera evacuado.
Sin embargo, nada de esto justifica que se azuce a
locos y se pueda llegar a utilizar los servicios del sicariato, para “darles
para abajo” a quienes, con o sin razón, clamen por el derecho de nacionalidad
de los hijos de los haitianos y tengan una visión diferente sobre la política migratoria
dominicana, donde el gobierno actúa sin estrategias diplomñaticas mientras que
en Haití proclaman, desde una prensa agresiva y unos medios digitales
irrespetuosos del pueblo y las autoridades dominicanas, que su materia prima de
exportación por excelencia son los nacionales haitianos.
¡Que Dios nos libre de la sangre de unos y otros!