Nazareth Balbás
El mandatario colombiano acusó a
Washington de arruinar las economías del mundo y Washington no tardó en
responder, pero hay algo más que una fricción política.
Hace unos años habría sido un discurso inconcebible, pero el presidente de Colombia, Gustavo Petro, ha marcado desde ya una innegable distancia de antecesores frente a la relación a EE.UU.
"Los EE.UU. prácticamente
están arruinando a todas las economías del mundo", dijo el mandatario
colombiano el miércoles, en un discurso pronunciado desde el Urabá, una región
icónica dentro de la historia de la violencia en Colombia. Allí, Petro incluso
acusó a Washington de tomar decisiones "para protegerse ellos solos",
sin pensar en las consecuencias para el resto del globo.
Las palabras del mandatario
fueron respondidas inmediatamente por el embajador de EE.UU. en Colombia,
Francisco Palmieri, quien recomendó que en vez de enfocarse en buscar culpables
de la crisis, había que centrarse en el trabajo conjunto "para fomentar el
desarrollo".
Lo que no dice explícitamente ese
consejo es que EE.UU. preferiría que el "trabajo conjunto" no
implique a otros actores que le roben su histórica hegemonía en Colombia, menos
aún si se trata de un poderoso candidato que coquetea con mayores inversiones
en las áreas claves de la agenda de Petro: las energías renovables y la
economía 'descarbonizada'.
El "dinero de Pekín"
Aunque las posturas de Petro
hacia EE.UU. siempre han sido críticas con respecto al fracaso de la política
antidrogas, no fue sino hasta esta semana que el mandatario atacó de frente a
su
"Ese país que no nos
quiere", dijo Petro para resumir en términos afectivos una realidad más
amarga: el quiebre del 'sueño americano' y la respuesta violenta de EE.UU.
contra los migrantes que salen de la región en busca de oportunidades, ante el
expolio económico que viven en sus naciones de origen.
La única estrategia que Petro ve
viable para encarar ese reto es que "todos los países latinoamericanos se
reúnan ante la crisis mundial y construyan una agenda propia", según dijo
desde Urabá, excluyendo deliberadamente a EE.UU. de ese llamado.
En paralelo, el mandatario
colombiano sí ha empezado a abrir el compás para "fomentar el
desarrollo" –como le recomendó Palmieri–, pero con otro socio que es
competencia directa de EE.UU. La movida ya ha generado preocupaciones en
Washington y la reacción de una delegación de parlamentarios estadounidenses en
Bogotá lo dejó sobre la mesa.
"Agarrar el dinero de Pekín
se acaba pagando", habría sido la poco sutil reacción de los
parlamentarios estadounidenses a sus socios colombianos, según El País. El
"consejo" se produjo a raíz de las reuniones del gabinete de Petro
con inversores chinos, que serían claves para la política de transición
energética que quiere implementar el Gobierno.
Jugada a dos bandas
Según el citado artículo, los
congresistas norteamericanos aseguraron que no era "buena idea" meter
a los empresarios chinos en la ecuación de la transición energética, insinuando
los supuestos "peligros" que encarnaría la cooperación con el gigante
asiático.
La réplica de Colombia habría
sido una suerte de oferta de canje: EE.UU. podría mantener su papel principal
como socio comercial frente a China si financia la compra de las 3 millones de
hectáreas de tierras –negociadas previamente con los terratenientes– para
entregarlas a los campesinos. Esa medida, en la práctica, le permitiría al
mandatario materializar la postergada reforma agraria, que fue germen del
sangriento conflicto armado.
Ya a principios de este mes, tras
el acuerdo con la Federación Colombiana de Ganaderos (FEDEGÁN), el mandatario
colombiano admitió que lo más complicado era "conseguir los dineros"
para aplicar la política de democratización de la tierra, que permitiera
entregar unas 500.000 hectáreas por año. Ante ese reto, EE.UU. podría ser su
opción de financiamiento.
Por otra parte, la subida de tono
con EE.UU. podría ser entendida como un intento de presión por más ayuda en
otros los temas apremiantes para Colombia, como el estancamiento económico y la
presión inflacionaria.
El jueves, de hecho, Petro
planteó que Washington podría "compensar" los estragos causados por
su política financiera, ejerciendo "el liderazgo en el FMI [Fondo
Monetario Internacional] para bajar deudas a cambio de inversión en economías
descarbonizadas".
Otra opción, a su juicio, sería
"desacelerar el crecimiento de la rentabilidad de la cocaína en Colombia,
en pesos, generada por su propia política económica, equilibrando los flujos de
dólares de la balanza de pagos".
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