Pavel Isa Contreras | El Caribe (Resumen)
Hace pocos días fueron publicados los
resultados de la conocida prueba PISA (Programme for Internacional Student
Assessment o Programa para la Evaluación Internacional de Estudiantes) para
2018. La prueba se viene haciendo desde 2000 cada tres años. La última fue en
2015. Como en ediciones anteriores, PISA 2018 evaluó el desempeño de
estudiantes de 15 años, de centros públicos y privados, en tres áreas: lectura,
matemáticas y ciencias.
La República Dominicana aceptó ser
evaluada por PISA desde 2015 por lo que la de 2018 es la segunda prueba a la
que se somete. Desafortunadamente, los resultados fueron, nueva vez,
frustrantes y decepcionantes. En ambos casos, la República Dominicana quedó en
el último lugar de todos los países evaluados y sus indicadores no mejoraron.
La frustración se entiende
considerando el enorme esfuerzo financiero que está haciendo el país en el
financiamiento de la educación pública al destinar el 25% del presupuesto del
Estado para ese fin. Sin embargo, no era razonable esperar que ocurrieran
cambios importantes en la calidad de los aprendizajes porque lo que se ha
financiado no ha sido precisamente la enseñanza y tampoco han ocurrido reformas
significativas en las formas en que se enseña y se aprenden en las aulas.
Retroceso
en lectura y estancamiento en matemáticas y ciencias
En lectura, el país obtuvo 342 puntos
y ocupó el penúltimo lugar de un total de 80 países evaluados. El mayor puntaje
alcanzado fue de 555 y lo logró China (cuatro provincias: Beijing, Shanghai,
Jiangsu and Zhejiang) y el promedio de los ochenta países evaluados fue 487
puntos, 42% más que la República Dominicana. Peor aún, con respecto a 2015 el
país retrocedió. En ese año obtuvo 358 puntos y ocupó el quinto lugar de 72
países.
Sólo el 21% de los y las estudiantes
alcanzaron al menos un nivel de competencia que le permite identificar la idea
principal en un texto de extensión moderada, encontrar información en el texto
y reflexionar sobre el propósito y la forma del texto. En comparación, en Chile
ese porcentaje fue 68%, en Costa Rica y Uruguay 58%, en México 55%, en Brasil y
Colombia 50%, en Argentina 48%, en Perú 46% y en Panamá 36%. En los países de
la OCDE, que en su mayoría son los más ricos del mundo, ese porcentaje fue 77%.
Además, un porcentaje insignificante (0.1%) del estudiantado del país logró una
calificación elevada en lectura, por debajo de todos los países de la región.
En matemáticas, el país se ubicó en el
último lugar, igual que en la evaluación de 2015, y el cambio en el puntaje fue
trivial (bajó de 328 a 325). Llama la atención que la distancia que nos separa
del penúltimo lugar, Filipinas con 353 puntos, fue alta. El promedio de los
ochenta países fue 489 (50% más que lo logrado por el país) y el mayor fue de
las cuatro provincias chinas mencionadas con 591 puntos.
Sólo un 9% de los estudiantes mostró
un nivel aceptable de competencia. Eso significa que menos de uno da cada 10
mostró capacidades para interpretar y reconocer como representar una situación
simple de forma matemática como por ejemplo hacer comparaciones de precios en
distintas monedas. En Chile ese porcentaje fue 48%, en México 44%, Costa Rica y
Perú 40%, Colombia 35%, Brasil 32%, Argentina 31% y Panamá 19%. En los países
de la OCDE fue 76% y en las cuatro provincias chinas evaluadas 98%.