Por Pablo Mckinney
El caso del niño de La Victoria que,
frustrado por no recibir de regalo de reyes el carrito de juguete que soñaba
decidió quitarse la vida, nos ha llegado a todos al corazón, pero también a la
razón y a los recuerdos.
¿Qué hacer ante una muerte tan inútil,
dolorosa e innecesaria?
El asunto no es ni la pobreza, ni la
injusticia social o la inequidad que existen y siempre han existido. Y los
mayores sabemos de ello. Lo sufrimos en nuestra infancia, pero no pensábamos
jamás en quitarnos la vida. Y es que había un amparo y había un refugio: La
familia, don Radha, la familia. Y había un maestro de los de a de veras (doña
Ana, la Profesora Reglita, el profesor McKinney que Leonte Brea tanto quiere),
y había algún cura de los de antes.
El inmenso y nunca olvidado Freddy Beras
Goico escribió su carta a unos “azarosos” reyes magos que cada año le dejaban
las mismas vainas, una pistolita de agua o un jodido ping pong de tablita al
que se le partía la gomita de una vez.
A muchos nos pasaba igual. En mi caso, yo, que era el “deliveryboy” de
todas las madres del barrio, veía cada día de Reyes a mis vecinitos amigos, que
ni se portaban mejor que yo, ni tenían mejores notas, ni le hacían tantos
mandados a doña Carmen, Bethania o doña Pura, recibir excelentes regalos.
A mi, como a Freddy, me resolvían los viejos
con lo que su menguada economía les permitía, lo que incluía siempre, como a
él, la maldita pistolita de agua y el jodido ping pong de tablita al que se le partía la gomita de una vez. Por suerte, cada día de reyes, cerca del
mediodía siempre llegaba el abuelo, don Pablo en su Chevrolet 1964, azul, y me
traía una chulería de regalo que, según él , los injustos reyes me habían
dejado en su casa. (Algunos de esos regalos los conservo todavía, como mi rifle
de “presión”, mi “caja fuerte” negra para que aprendiera a ahorrar (ahí guardo
el menudo aún) o mi Ford Thunderbird rojo.)
Mucho se ha escrito y se ha hablado sobre la
muerte de este niño. No se trata de pobreza ni inequidad que existe y es una
vergüenza. Pero la verdad debe ser dicha. En República Dominicana,
materialmente, nunca hemos sido menos pobres que ahora. Sólo que hemos
olvidado, perdido, descuidado, lo principal:
La familia, don Radha, la familia… y así nos va, nos está yendo, se nos
van yendo los hijos, se pierde una vida y es como si se apagara el sol o se
secara el mar de pena.
Si la Fiscal correspondiente quiere
investigar que investigue. Pero mientras uno se repone de ver cómo se pierde
una vida que apenas comenzaba, abrumada por las penas por sabe Dios qué afrenta
o ultraje, acudo una vez más, a la gran pérdida que la modernidad y el
desarrollo post capitalista nos ha traído, ay, porque ya no existen maestros de
a de veras, ni abundan curas como los de antes. Pero sobre todo, porque se ha
destruido la familia y no sirve la escuela ni hay fe en las iglesias… Dios está
de vacaciones y los padres trabajando.
En fin, la familia, joder, la familia.
Ha muerto un niño de pena. M… Ahora sí que
somos pobres.