Por Arq. Julio Tolentino
El autor es Arquitecto, Comunicador y Militante Político.
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Sobre las recientes declaraciones dadas por el Lic. Alejandro Ferrerira Martínez, regidor por el partido reformista, expresidente del Concejo de Regidores del Ayuntamiento de La Romana y ex jefe de campaña del hoy alcalde por el mismo partido y municipio, Juan Antonio Adames Bautista; el pasado 16 de agosto, momentos en que de manera incidentada se intentara elegir al próximo presidente del Concejo de Regidores, el referido concejal dijese frente a las cámaras y algunos presentes, con el Ayuntamiento a sus espaldas, mientras hablaba de la poca transparencia en la gestión municipal: ‘En todos los lugares se está cobrando y el dinero no entra al Ayuntamiento, eso no es un secreto, entra una mísera parte, un 30%’.
Cualquiera por ahí, quizás con el ánimo de defender o minimizar las expresiones, pudiera calificarlas como un exabrupto, un desliz o simplemente una incontinencia bucal, sin embargo; cuando hablamos sin pensar decimos lo que pensamos y viniendo ello de alguien con conocimiento de causa y la autoridad para hacerlo, dichas declaraciones adquieren un mayor relieve. No lo dijo uno del partido opositor, no lo dijo un comunicador ‘con envidia’, no lo dijo Nuria Piera, esta vez lo dice un cachanchán de travesuras y andanzas politiqueras.
Bien es sabido que no hay peor ciego que aquel que no quiere ver, aún hay gente de este pueblo que prefiere seguir ciega frente al desorden y el atolladero de gestión municipal por el que estamos atravesando pero que no merece La Romana. Todo surge a raíz de que el regidor Alejandro Ferrerira viera frustradas sus aspiraciones a presidir nueva vez el Concejo, me pregunto qué hubiese pasado de haber quedado él como presidente, ¿hubiese dicho lo mismo o hubiese hecho silencio frente a ese tema?
Con esas palabras se le pone la tapa al pomo, queda desenmascarado el mito aquel de que ‘es envidia que me tienen’, seamos claros no es envidia es corrupción, pus, asco y pena los términos que la presente gestión municipal sugieren. Luego de tales pronunciamientos, La Romana y el país debieron paralizarse, las entidades nacionales auditoras y fiscalizadoras observar detenida y minuciosamente al cabildo local romanense con objetividad y sin complicidad. Pero para ello por supuesto hace falta voluntad de transparencia, sin la injerencia de impunidad apañada por cúpulas partidarias y los denominados ‘sectores obscuros’.
El pueblo debe saber separar y distinguir entre sus hombres de valor y mediocres oportunistas, entre humildes filántropos desprendidos y los avaros enfermos del tener.
Ojalá y esas no sean también ‘’cosas del pasado’’.