Julio Tolentino
Arq. Julio Tolentino |
Habiendo pasado las elecciones
presidenciales del 20 de mayo de 2012, la República Dominicana (y por ende La
Romana) cerró un importante ciclo que había durado 18 años; el de celebrar
procesos electorales cada 2 años. Desde 1994, la nación había sido sometida a
constantes procesos de campañas, congresuales-municipales y luego
presidenciales de manera alternada cada 2 años. Y si tomamos en cuenta los
procesos internos de los partidos de escogencia de los candidatos un año antes
a cada proceso, concluimos que hemos estado en campaña todos los años,
prácticamente todo el tiempo. Como aseguran muchos, este es un país 'pelótico'
pues sólo se habla de pelota y de política.
Al parecer la costumbre electoral hizo
metástasis en nuestra idiosincrasia ciudadana, nos olvidamos del valor en sí de
la política, el cual no es más que implementar y ejecutar acciones para el
mejoramiento social y desarrollo de los pueblos, que repercutan necesariamente
en el bienestar cotidiano de las personas; no es más de ahí.
Como pueblo, nos hemos desenfocado de
nuestro norte, nos hemos embullado en asuntos banales, triviales, efímeros y
pueriles; como locomotora que va como caña para el ingenio, nos hemos distraído
con voces necias e infecundas cual comadres chismosas en el patio trasero de
una pensión barata. Hoy, gente con moral de compraventas se autodefinen como
los paladines de la transparencia, de la administración, la democracia y la
moralidad, pero que sólo buscan, con su bola de humo, apartar nuestra atención
de las cosas que si deben importarnos y que son trascendentales para nuestro
desarrollo colectivo como ciudad.
Gente que antepuso sus insaciables
intereses mezquinos, personales e individuales a los nobles y sanos intereses
romanenses. Grupúsculo que en su momento copulaban en la intimidad de las
bajezas politiqueras repartiéndose entre sí los recursos del pueblo, Gente que
no tuvo límites en sus apetencias materiales, enfermos del tener; y que hoy se
vociferan de manera recíproca sus errores, desaciertos y canalladas, cual damas
sin recato en burdeles de mala muerte, queriendo de manera triste e infructuosa
dar cátedra de moral.
A todas esta, nos asalta un puñado de
inquietudes y de interrogantes: ¿Qué estamos haciendo para planificar de manera
estratégica el futuro a corto, mediano y largo plazo de La Romana? ¿En qué
punto de la agenda cotidiana tocamos, debatimos y buscamos soluciones a tantos
problemas locales que nos afectan? ¿Qué hacen nuestras autoridades todas, por
representarnos con dignidad y decidir lo que más y mejor convenga a este
pueblo? ¿Cuál es La Romana que esta generación legará a sus hijos y nietos?
Queremos ver una población activa, que se interese por soluciones reales a los problemas que nos aquejan, no queremos ver más niños en los semáforos, enfermos mentales deambulando por las calles, vertederos improvisados en las esquinas, no queremos ver más enfermos morir por falta de una ambulancia o una pinta de sangre; no queremos ver más personas viviendo en miseria a la orilla del río. Jóvenes victimas del desempleo y de la delincuencia, menos empleos informales e inseguros. Queremos ver menos contaminación en la ciudad, menos prostitución, con menos o ningún punto de droga en los barrios. Más respeto policial y menos presos preventivos
Queremos ver una población activa, que se interese por soluciones reales a los problemas que nos aquejan, no queremos ver más niños en los semáforos, enfermos mentales deambulando por las calles, vertederos improvisados en las esquinas, no queremos ver más enfermos morir por falta de una ambulancia o una pinta de sangre; no queremos ver más personas viviendo en miseria a la orilla del río. Jóvenes victimas del desempleo y de la delincuencia, menos empleos informales e inseguros. Queremos ver menos contaminación en la ciudad, menos prostitución, con menos o ningún punto de droga en los barrios. Más respeto policial y menos presos preventivos
Queremos ver una Romana con su malecón,
con sus áreas verdes limpias e iluminadas, Queremos ver las aceras libres y
desocupadas, disponibles para el peatón. Ciudadanos respetando las leyes de
tránsito y los semáforos, dejar de escuchar ‘musicones’ en las calles a toda
hora del día y la noche. Merecemos tener mercados y mataderos limpios y dignos,
cementerios decentes en cada municipio de la ciudad.
Como podemos observar y siendo éstas solo
algunas de nuestras dolencias colectivas, es mucho lo que nos falta por
mejorar como ciudad y como pueblo. La palabra claves es VOLUNTAD por parte de
las instituciones y sus representantes, involucramiento, empoderamiento y
compromiso por parte de la ciudadanía. Dejemos de ser pobladores y
convirtámonos en ciudadanos.