François Hollande |
La primera vuelta de las elecciones presidenciales francesas ha tenido un claro vencedor: la política. La crisis económica ha barrido a los políticos de países como Grecia o Italia, gobernados por dirigentes que no han salido de las urnas sino de la presión de los mercados y del consenso obligado de los partidos para evitar un naufragio económico todavía peor del que ya sufrían. Sin embargo, en Francia, la política ha resistido y la campaña para la segunda vuelta promete ser más difícil, más intensa, más dura incluso que la de la primera. Y, desde luego, más interesante.
François Hollande ha logrado capitalizar la esperanza de muchos europeos y, por lo que se ha visto el domingo por la noche, también de muchos franceses: el candidato socialista es el primero que derrota a un presidente en ejercicio en la primera vuelta y todos los sondeos divulgados señalaban que, si no comete grandes errores, finalizará la segunda con una cómoda distancia.
El hecho de que Marine Le Pen haya logrado un resultado por encima de lo esperado resulta deprimente porque demuestra hasta qué punto el voto del miedo xenófobo está enquistado en la sociedad francesa, pero no parece que vaya a cambiar la relación de fuerzas de forma sustancial.
No todos los votos de Le Pen irán directamente a Sarkozy (48% para el presidente, 31% para el candidato socialista, según un sondeo Ipsos), mientras que los partidarios del izquierdista Jean-Luc Mélenchon sí se decantarán masivamente por Hollande. En el caso del centrista François Bayrou están repartidos.
Sarkozy se enfrenta en la segunda vuelta a uno de esos imposibles que tan buenos resultados le dieron en 2007, cuando prometió a los franceses un cambio profundo del sistema al tiempo que mantenía su esencia. Ahora, tiene que sacar votos a la vez de la ultraderecha y del centro pero, sobre todo, tiene que superar una derrota. Los franceses han mostrado un claro rechazo a su presidencia, que tiene algo de personal porque su quinquenio no ha podido ser más personalista. Que un aspirante pierda en la primera vuelta puede ser reversible. Mitterrand perdió en 1981 frente a Valéry Giscard d’Estaing, aunque remontó en la segunda vuelta. Pero no llegar no es lo mismo que ser derrotado. Y el domingo Sarkozy resultó derrotado.
De Hollande se han destacado sus defectos. Flamby (un flan de sobre) y couille molles (huevos blandos) han sido dos descalificativos que le llegaron desde su propio campo durante las primarias. Tal vez no dé la imagen de dureza que ha marcado la carretera de su contrincante, pero desde luego ha demostrado una gran habilidad política. Durante su largo mandato al frente del Partido Socialista se enfrentó a la caída de unos cuantos meteoritos que estuvieron a punto de acabar con los elefantes, como se conoce a los dirigentes del PS. El desastre de Lionel Jospin frente a Jean-Marie Le Pen en 2002 fue el peor de ellos, aunque también tuvo que mantener el partido unido tras la derrota de Ségolène Royale en 2007 que dejó al partido sin líder y, lo que es más grave, sin un rumbo claro. “La larga marcha de un candidato normal”, titula Le Monde una historia sobre Hollande y el PS en la que explica cómo, después de haber sido apartado como primer secretario por Martine Aubry en 2008, “Hollande salió políticamente moribundo”. Sin embargo, todo cambió el 14 de mayo cuando el líder natural del PS, Dominique Strauss-Kahn, fue detenido en EE UU al ser acusado de violación en un hotel de Manhattan. Hollande volvió a demostrar su profundo conocimiento de las cañerías del partido y se hizo con la candidatura. “Para ser elegido, es necesario haber sido derrotado, para ser amado es necesario haber sufrido. Las cicatrices, los reveses, el hecho de que no te hayan dado nada, la gente lo aprecia”, declaró.
Hollande ha demostrado que la política tiene todavía espacio en Europa: ha propuesto un programa de izquierdas, ha prometido que luchará para cambiar la hegemonía alemana en la Unión y ha tratado de conquistar a los electores desde las ideas, no desde las tripas. Nadie ha dicho que la segunda vuelta vaya a ser fácil para Hollande aunque los sondeos nunca se habrían equivocado tanto: Sarkozy es un adversario lleno de recursos. Por ahora los que quieren otra Europa tienen que conformarse con el retorno de la política. Eso ya es mucho. (http://www.elpais.com/)