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9 de octubre de 2025

Vivir más tiempo vs. vivir mejor: la distinción crítica entre esperanza de vida, esperanza de salud y longevidad en el envejecimiento moderno

 Por Charles Platkin, PhD, JD, MPH


Usamos términos como "esperanza de vida", "esperanza de vida" y "longevidad" como si fueran intercambiables. No lo son, y esta confusión tiene profundas consecuencias sobre cómo abordamos el envejecimiento, tanto personalmente como como sociedad. Comprender estas distinciones no es una división académica; Cambia fundamentalmente la forma en que diseñamos los sistemas de atención médica, evaluamos las intervenciones y tomamos decisiones de salud personal.

El problema del idioma que nos está costando años de salud

La comunidad médica y los expertos en salud pública son testigos de las consecuencias de esta confusión a diario. Los pacientes celebran los avances médicos que prometen prolongar la vida, sin pasar por alto la pregunta crítica: ¿qué tipo de vida estamos extendiendo? Los formuladores de políticas asignan miles de millones en función de las estadísticas de esperanza de vida, lo que podría pasar por alto las disminuciones en el bienestar de la población. Los investigadores diseñan intervenciones dirigidas a la mortalidad sin considerar la función.

Esto no es solo un lenguaje impreciso, es un malentendido fundamental que da forma a cómo envejecemos como individuos y como sociedad. Vivimos en una era de avances médicos sin precedentes. La esperanza de vida casi se ha duplicado desde 1900, y los titulares proclaman regularmente avances en la investigación "antienvejecimiento". Pero aquí está la incómoda verdad que debemos enfrentar: agregar años a la vida no es lo mismo que agregar vida a los años.

Definiendo nuestros términos: por qué es importante la precisión

La esperanza de vida es el concepto más sencillo: es el número total de años que vives, desde el nacimiento hasta la muerte. A nivel de población, medimos esto como esperanza de vida. Es objetivo, fácil de medir y binario: estás vivo o muerto. Esta simplicidad lo hace atractivo para la investigación y la política, pero no nos dice nada sobre la calidad de esos años.

La vida útil es donde las cosas se complican. Una revisión sistemática de Masfiah et al. (2025) identificó 113 definiciones diferentes de esperanza de vida en la literatura científica, una sorprendente falta de consenso que socava nuestra capacidad para medir el progreso. La mayoría de los investigadores definen la esperanza de vida como el período de la vida que se pasa con buena salud, libre de enfermedades crónicas y discapacidades que afectan significativamente el funcionamiento diario. Pero ¿qué constituye la "buena salud"?

Algunos estudios definen el final de la esperanza de vida como la aparición de la primera enfermedad crónica. Otros se centran en la capacidad funcional: ¿puede subir escaleras, administrar las finanzas, vivir de forma independiente? Otros incorporan medidas de calidad de vida, bienestar psicológico o biomarcadores de envejecimiento. Esta variabilidad no es solo un problema académico; afecta la forma en que evaluamos las intervenciones, comparamos poblaciones y tomamos decisiones políticas.

La longevidad podría ser el término más incomprendido. A veces se usa como sinónimo de esperanza de vida. Sin embargo, cada vez más se refiere al envejecimiento excepcional: vivir hasta edades avanzadas mientras se mantiene la salud y la función. En el campo emergente de la "medicina de la longevidad", la atención se centra en extender el período saludable de la vida, no simplemente agregar años al final.

El desafío de la medición: por qué no podemos comparar manzanas con manzanas

Aquí hay algo que podría sorprenderlo: a pesar de décadas de investigación sobre el envejecimiento, todavía no tenemos métricas universalmente aceptadas para la vida útil.

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