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23 de octubre de 2025

INFORME DE CFAML: Cómo la comida chatarra reconfigura el cerebro para que esté deprimido y cómo el ejercicio puede ayudar a deshacerla

Por Charles Platkin, PhD, JD, MPH 


Imagina tu cerebro como una orquesta finamente afinada, con miles de millones de neuronas tocando en armonía para crear estado de ánimo, memoria y conciencia. Ahora imagina verter jarabe pegajoso en los instrumentos, día tras día. Las cuerdas se vuelven lentas, los metales se corroen, la percusión pierde su ritmo. Esto es lo que los alimentos ultraprocesados le hacen a su sinfonía neuronal, y el ejercicio es el equipo de limpieza que intenta desesperadamente restaurar la música.

El descubrimiento de una crisis

Las primeras observaciones vincularon la mala nutrición con el bajo estado de ánimo. En los últimos 10-15 años, los estudios de imágenes y en animales han demostrado que los patrones dietéticos poco saludables están asociados con la neuroinflamación e incluso con cambios en la estructura cerebral relevantes para el estado de ánimo y la memoria. La investigación ha documentado cómo las dietas altas en grasas y azúcares se correlacionan con la reducción de los volúmenes del hipocampo y la amígdala, regiones del cerebro críticas para la memoria y la regulación emocional. No se trataba solo de aumentar de peso; Algo en estos alimentos estaba afectando el cerebro mismo.

Cómo los alimentos ultraprocesados reconfiguran su cerebro

Para entender lo que sucede cuando muerdes esa rosquilla glaseada o pizza congelada, debemos seguir el viaje de boca a mente. Cuando los alimentos ultraprocesados golpean la lengua, desencadenan una señal de recompensa anormalmente intensa. Estos alimentos están diseñados para alcanzar lo que los científicos de alimentos llaman el "punto de felicidad", la combinación perfecta de azúcar, sal y grasa que abruma los mecanismos naturales de saciedad de su cerebro.

En cuestión de minutos, su nivel de azúcar en la sangre aumenta drásticamente. El páncreas, que lucha por responder, vierte insulina en el torrente sanguíneo. Pero este no es el suave ascenso y caída que experimentaron sus antepasados al comer granos integrales o frutas. Este es un tsunami metabólico. El aumento repentino de insulina no solo afecta el azúcar en la sangre, sino que desencadena una cascada de moléculas inflamatorias llamadas citoquinas. Piense en las citoquinas como campanas de alarma químicas que normalmente ayudan a combatir las infecciones. Pero cuando los alimentos procesados los activan constantemente, se convierten en una alarma de incendio que nunca deja de sonar.

Múltiples revisiones describen cómo las dietas altas en azúcar y grasas impulsan la inflamación sistémica, el estrés oxidativo y la alteración de la barrera intestinal, que luego afectan la neurotransmisión cerebral. Esta inflamación puede influir en la barrera hematoencefálica, la protección selectiva que normalmente mantiene las sustancias nocivas alejadas del tejido neural. La inflamación crónica permite que las moléculas inflamatorias afecten el tejido cerebral, donde activan la microglía, las células inmunitarias del cerebro, convirtiéndolas potencialmente de guardianes protectores en respondedores demasiado agresivos.

Mientras tanto, el estrés oxidativo causado por los alimentos procesados crea un tipo diferente de daño. Cada célula de su cuerpo produce productos de desecho llamados radicales libres a medida que quema energía. Normalmente, sus sistemas antioxidantes neutralizan estos vándalos moleculares. Pero los alimentos ultraprocesados aumentan drásticamente la producción de radicales libres y, al mismo tiempo, agotan sus reservas de antioxidantes. El resultado es como el óxido que se forma en sus neuronas: daño lento y progresivo que se acumula a lo largo de los años.

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