Ociel Alí López
Publicado: Actualidad RT
Muchos
gobiernos, sectores, actores y líderes, de izquierda y derecha, han reaccionado
de forma contundente contra el
presidente ecuatoriano Daniel Noboa, luego del asalto sufrido por la embajada
de México por las fuerzas de seguridad ecuatorianas que arrestaron y
posteriormente apresaron al exvicepresidente Jorge Glas, quien se encontraba
allí en calidad de asilado político.
En paralelo
a los justos repudios, se debería tratar de comprender por qué Noboa, un joven
político con perfil de derecha democrática o moderada, hace tamaña y escandalosa acción, a todas
luces ilegal y extremadamente grave para los intereses de su país en el mundo.
Con la
realización de este hecho, sectores internos y externos lo han acusado de
"salvaje", de "bárbaro"; han repetido que ni el dictador
Augusto Pinochet se atrevió a perpetuar una acción similar que la Unión Europea
calificó de "violación". Y, ciertamente, hay muchas razones éticas y
morales, diplomáticas e internacionales como para rechazar tamaña ejecución que
no había sido nunca vista en América Latina.
Sin
embargo, hay que entender que Daniel Noboa no es un irracional.
Todo lo
contrario, es un agente político, un actor racional de tradición y raigambre
política que proviene de una familia dedicada a ello y a los grandes negocios y
que el propio Noboa tiene una experiencia suficiente como para no cometer
tamaños "errores", como podría hacerlo un advenedizo, y que sabe
sopesar los posibles efectos. En palabras de la canciller ecuatoriana Gabriela
Sommerfeld, devela que la decisión vino del propio mandatario y que "es
verdad que tiene un costo para el país, que fue analizado también en el momento
de la toma de decisión, por parte del presidente de la República".