José Gómez Cerda
Presidente de la Asociación de Escritores y
Periodistas Dominicanos (ASEPED).
Al conmemorarse 4 años del fallecimiento de
Radhamés Gómez Pepín (4 de diciembre
1927, 26 de octubre de 2015) lo recuerdo
como uno de los héroes en mi
infancia, en el sector San José, del barrio Baracoa, en Santiago.
Radhamés acompañado siempre de su hermano
Euclides, era parte de un grupo de intelectuales del barrio, junto con Manolito
Álvarez, que murió en el bombardeo que
hizo la aviación al Palacio Nacional en 1965, siendo él diputado por el PRD, su vecino en la Avenida que hoy tiene el
nombre de las Hermanas Mirabal.
Una de las
hermanas de Radhamés siempre llevó una vida religiosa, de
espiritualidad.
En ese grupo de jóvenes intelectuales estaban
los hermanos Tineo (Perucho, Jaime y Paula), hijos de don Pedro Tineo que
siempre vivió en la Calle Patria (Hoy Jaime Tineo).
Perucho Tineo fue el único hombre que
conocí durante la dictadura, en mi niñez
que hablaba públicamente contra Trujillo, su hermano Jaime, profesor del Liceo
Secundario, fue uno de los organizadores de los “panfleteros”, asesinado, cuyo
cadáver nunca apareció.
Hermoso era escuchar a estos jóvenes discutir
de diversos temas en la Avenida, frente a un famoso limpiabotas del barrio
apodado “El Ñeco”.
Radhamés
fue mi profesor de cultura física en la Escuela Paraguay, cuando él pretendió estudiar para aviador.
Su padre Don Ramón Gómez, periodista del
periódico La Información era un hombre tranquilo; la madre de Radhamés Doña Ana
Pepín fue mi profesora de matemáticas en la Escuela Intermedia México; y su
abuela Doña Lalá estuvo hasta los 80 años dando clases a niños pobres, gratis,
en una escuelita.
La familia Gómez Pepín era una de las familias de
intelectuales, relacionados con la Señorita Ercilia Pepín, una histórica
educadora santiaguera.
Radhamés heredó de su padre la vocación por
el periodismo, que comenzó en el periódico La Información.
Los niños de esa época del barrio, entre
ellos recuerdo a Osvaldo Cepeda y Cepeda
y su hermano Pelegrín, que vivíamos ambos en la Calle Arté, de Baracoa, Agustín
Colón, Rafael Peralta (Miguelito), y Pedro Luis Veras, disfrutábamos y aprendíamos de los diálogos
públicos que establecían Radhamés, Manolito, Perucho y Jaime Tineo; que algunas
veces terminaban en la Iglesia San José, recaudando orientaciones del
sacerdote, pues ellos todos tenían conocimientos filosóficos. Al menos Radhamés
había cursado algunos años en el Seminario Menor del Santo Cerro.
Cuando ocurrió el caso político del desaire
que hicieron abogados de Santiago al realizar un acto público y no mencionar a
Trujillo, Radhamés hizo uno de sus primeros reportajes periodístico sobre un
caso que se hizo nacional.
Así también ocurrió en el caso del robo del
Banco Royal Bank en Santiago, en especial las audiencias públicas donde los
hermanos Maldonado, especialmente el
autor principal Eudes, hablaban sin ningún temor de casos políticos, aunque el
hecho les costó la vida, incluyendo a sus hermanos.
Recuerdo a Radhamés Gómez Sánchez, (Chiqui)
el hijo de mi amiga Vilma, como Radhamés
andaba con él, cuando era casi un bebé,
y le explicaba cosas que creo que el niño no tenía capacidad de asimilar, pero
su padre le repetía las cosas varias veces, y en voz alta.
Cuando la Asociación de Escritores y Periodistas Dominicanos
(ASEPED) le otorgó el premio Caonabo de Oro, me dijo el doctor Salvador
Pittaluga que era uno de los premios más justos, porque Radhamés Gómez Pepín
fue uno de los mejores periodistas dominicanos.
Radhamés Gómez Pepín, modelo de joven
intelectual en mi niñez, es un ejemplo para los periodistas dominicanos.