Hablamos de política y de su relación con la
Casa Real con Mario Conde, protagonista del número de agosto de Vanity Fair
junto a su hija Alejandra. La entrevista completa, este viernes en los
quioscos.
POR EDUARDO VERBO - V anity Fair
Mario Conde y su hija Alejandra posan para Vanity Fair España. GONZALO MACHADO. |
Madrid. Principios de los noventa. Casa del
diplomático Santiago Muguiro. Entre los invitados, Don Juan, su secretaria
Rocío Ussía y el matrimonio formado por Mario Conde y Lourdes Arroyo. El padre
del rey Juan Carlos, tras pedir un whisky escocés, suelta: "Estuve
hablando con el Rey y me dijo: 'Tu amigo Mario va a dedicarse a la política'.
Quiero que sepas que fue su expresión literal". El entonces presidente de
Banesto, con cara de sorpresa, le contestó: "Señor, me honra la expresión
"amigo", pero ¿de dónde saca el Rey esa información". Don Juan
contestó: "Me dijo que el propio Felipe González, despachando con él en
Zarzuela, fue quien se lo dijo, pero no como especulación, sino como
certeza".
El ascenso empresarial de Mario Conde,
protagonista junto a su hija Alejandra de la portada de la edición de agosto de
Vanity Fair, se desarrolló en paralelo a su meteórica trayectoria en la
sociedad. Aficionado a la vela, conoció a don Juan Carlos, pero conectó
especialmente con su padre, don Juan, quien llegó a decir de él que le quería
como a un hijo. Pero la ambición del banquero de pelo engominado y traje
perfecto no era bien vista por todos. Algunos le miraban con suspicacia y
tildaron de desmedidos sus deseos de triunfar. Creían, como el propio Felipe
González, que la ambición solo sería saciada con la presidencia del Gobierno.
Conde siempre negó su interés por llegar a La Moncloa. "Señor, yo no sé
muy bien qué les ocurre pero da la sensación de que estos socialistas se
obsesionan con mi paso a la política. Algo de eso me contaba Rafael Anson, el
hermano de Luis María, asegurándome que en el campo político es lo único que
les preocupa porque sobre Aznar sienten un desprecio olímpico. En fin, ellos
sabrán porque en mis cálculos no entra la política", le contestó Mario a
Don Juan en la citada cena en casa de Santiago Muguiro, tal y como el propio ex
presidente de Banesto relata en su libro Memorias de un preso (Ed. Martínez
Roca).
Ahora, 30 años después, nos encontramos en la
casa de Mario Conde en la calle Triana de Madrid repasando su vida, sus luces y
sus sombras. Sentados en uno de los sillones de su residencia, le pregunto.
– Entonces, ¿le hubiera gustado ser
presidente del Gobierno?
– No. Y con toda la humildad del mundo, si lo
hubiese intentado, lo hubiese conseguido. Me parecía más importante estar en el
banco haciendo lo que hacía por la sociedad civil.
Don Juan terminó el encuentro con un consejo
que impresionó a Mario. "No creo que fuera bueno para ti dedicarte a la
política. Sobre todo porque es un mundo menor, de valores menores, pequeños,
mezquinos. Claro, que tienes que tomar en consideración la situación en la que se
encuentra España. Por el momento lo mejor es que sigas quieto. Podría ocurrir,
sin embargo, que si todo sigue deteriorándose, no quede más remedio que dar el
paso, porque si hace falta que alguien levante en España una bandera se
necesita la persona y, hoy por hoy, esa persona solo eres tú". En 1999,
cinco años después de la muerte del conde de Barcelona, Conde levantó la
bandera. Ese año, cuando ya había sido condenado por el Supremo por el caso
Argentia Trust y estaba pendiente de la sentencia del caso Banesto, se afilió
al Centro Democrático y Social (CDS), partido fundado por Adolfo Suárez, y se
convirtió en cabeza de lista a las elecciones generales del año 2000. No
consiguió representación ( 23.576 votos y un 0,1%) y dimitió de sus cargos esa
misma noche.