POR ÁNGELA PEÑA - hoy.com.do Publicado el: 30 julio, 2006
Francisco Villaespesa, el ilustre poeta, periodista, dramaturgo y novelista español, fue reconocido con una calle de Santo Domingo no sólo por la riqueza y popularidad de sus versos y otros aciertos literarios sino también por su tenaz oposición a la ocupación norteamericana al país en 1916, expresada en el famoso Canto a la Ciudad Primada, condenada con su presencia y su voz enardecida cuando vino a la República en 1919 a protestar enérgicamente contra el yanqui invasor.
Tiene el mérito, además, de haber denunciado en otras latitudes esa intromisión, como lo hizo en Cuba y España, y de promover en sus obras, por otro lado, la historia y la belleza de ciudades como Puerto Plata, Santiago de los Caballeros, San Pedro de Macorís, Moca.
De los homenajes tributados a ciudadanos extranjeros, el de Francisco Villaespesa es uno de los más justos.
El propio dictador Trujillo, al que se ha calificado como hechura de la Intervención americana, declaró en 1955 que fue ese gran artífice del verso el que conmovió durante la ocupación del país por fuerzas extranjeras el alma nacional con la solemne y enérgica vibración de su Canto. Fue el tirano quien propuso la designación de una vía de la ciudad capital con el nombre de Francisco Villaespesa.
En otro orden, el llamado Príncipe de las Letras Dominicanas, Américo Lugo, se refirió a la invaluable actuación de Villaespesa cuando hablando de la injerencia extranjera en aquel periodo escribió: Con la llegada del poeta español don Francisco Villaespesa, ocurrida el 28 de septiembre de 1919, se produjo el primer enardecimiento patriótico popular, después del que había ocasionado el desembarco del Presidente Henríquez y Carvajal en 1916.
El Listín Diario calificaba proféticamente a Villaespesa como Caballero de la Moderna Cruzada de las Razas y reseñaba: Primero con su Canto a la Raza, en la velada-baile del Club Unión, el 12 de octubre de 1919, luego con su Canto a Santo Domingo, en la velada organizada el 17 del mismo mes en la Casa de España, Villaespesa encendió nuestros corazones.
Canto a Santo Domingo
Es un poema inmenso y extenso, lleno de sentimientos hacia el pueblo dominicano, a su esplendoroso pasado colonial. Fue recitado por el autor, por primera vez, en La Casa de España, el 17 de octubre de 1919. La producción, al decir del Generalísimo Trujillo, rebasa los límites puramente estéticos de la labor literaria de Francisco Villaespesa. El Listín expresaba que esos versos llegaron al alma de todos y la hicieron vibrar y sacudirse de entusiasmo desbordado y delirante. A cada verso, a cada frase, la evocación era estruendosa, sostenida, atronadora, como clamor de encrespada marea.
Sobre el Canto a Santo Domingo, publicado en ese periódico un mes después de declamarlo el bardo, recoge Vetilio Alfau Durán la versión de que varias generaciones dominicanas han repetido con emoción esos versos inolvidables como un eco de la lucha librada por nuestro país para reconquistar su soberanía.
¡Santo Domingo, Ciudad primada! / laurel y rosa, mitra y espada; / primera estrofa del gran poema/ de fe y constancia, de gloria y luz, / donde levanta, como un emblema, / sus redentores brazos la cruz; / prestando alientos a la esperanza/ en la más honda tribulación, / como diciendo; -Ten confianza… / ¡Con este signo todo se alcanza, / porque es el signo de Redención… /
¡Santo Domingo, ciudad ferviente, / ni en los sudores de la agonía/ jamás vencida dobles la frente, / y en tu futuro de luz confía, / porque de toda la estirpe ibérica/ la fe indomable, su fuego extraña, / en los volcanes de tu alma homérica/ y serás siempre para la América/ lo que Toledo fue para España!/ La ciudad santa donde la Historia/ tímida entra, descalzo el pie, / a deslumbrarse con tu memoria,/ el arca sacra de nuestra gloria,/ y el relicario de nuestra fe!/ ¿Qué importa verse crucificado, / en el Calvario de la Pasión, / si en las antiguas torres cristianas /claman los bronces de las campanas/ en una eterna resurrección?
¡Santo Domingo, ciudad sagrada, / segura y recta como la espada/ que en tu recinto clavó triunfante/ la noble mano del Almirante/ desprecia el soplo del vendaval, / y alza tu gloria pétrea a los vientos, / como segura de tus cimientos/ yergue sus torres tu Catedral!/ Sigue en los siglos tu derrotero, / enamorada de tus linajes,/ con la constancia del misionero/ que desoyendo mofas y ultrajes,/ piedra que hostiga, mano que hiere,/ con los papeles en Cristo muere/ bajo la flecha de los salvajes.
Expresa en sus dos estrofas finales: Santo Domingo, ten fe y espera, / que la justicia de Dios un día/ hará que ondule libre a los vientos/ la cruz de armiño de tu bandera… / Clava en los cielos tus pensamientos;/ pero no olvides en tu porfía/ que eres cachorro de una leona, / y, antes que ultrajen a tu arrogancia/ arde y expira, como Numencia, / sángrate y muere, como Gerona!…/ La adversa suerte sufre con calma, / y tus pesares devora sola, / cada martirio tiene su palma!…/ y tu alma siempre será española!.
La calle
El Presidente Trujillo envió un mensaje al Consejo Administrativo proponiendo que una calle de la ciudad capital llevase el excelso nombre del insigne vate español Francisco Villaespesa, considerado con justa propiedad, una de las glorias más altas de la lírica española. La petición fue acogida el 28 de septiembre de 1955, designando Francisco Villaespesa la entonces Calle 10, comprendida entre las calles Arturo Logroño y Peña Batlle. Abarca los ensanches La Fe y Villa Juana, donde nace, hasta terminar en la avenida Ortega y Gasset.
Francisco Villaespesa
Francisco Villaespesa nació en Laujar de Andarax, Almería, el 15 de octubre de 1877. Se trasladó a Granada para estudiar Derecho, carrera que no concluyó. Publicó su primer libro de poemas, Intimidades, en 1898, cuando conoció a la que sería su esposa, Elisa González Columbio. Otras obras publicadas por él fueron Luchas, La musa enferma, El alto de los bohemios, entre otras.
Fundó varias revistas de corte modernista, fue colaborador de diferentes publicaciones españolas y a partir de 1900, con La Copa del Rey Thule, se consagró como el precursor del Modernismo en España, sin abandonar nunca su tendencia romántica y bohemia. La enfermedad y posterior muerte de su esposa, en 1903, lo sumieron en un estado de postración que líricamente se convirtió en sus libros Tristitiae rerum y Viaje sentimental. Escribió también las obras teatrales El alcázar de las perlas, Doña María Padilla, Aben Humeya y La rueca.
Lo profano y lo bohemio, lo sensual, lo triste, lo febril y el decaimiento, lo preciosista y lo moroso, tuvieron en este poeta de popularidad inmensa, un intérprete genial.
Murió en Madrid el 9 de abril de 1936, a la edad de 59 años.
La Isla crucificada
Francisco Villaespesa publicó en El Heraldo, de Cuba, un contundente artículo en el que además de exaltar las tradiciones vernáculas, lamenta que el país se encontrara objetivizado en el último lustro por el hecho arbitrario y repulsivo de la ocupación militar por Estados Unidos que aún mantiene allí su autoridad por sobre la soberanía de los nativos, por la firme, constante, ejemplar defensa que los dominicanos han hecho de la cultura tradicional, del espíritu latino, del alma en suma de su soberanía y por tanto de la razón de ser de su independencia nacional.
Incluyó en un volumen de 88 páginas