Rafael Peralta Romero
Hoy
se cumple el primer mes de la juramentación de autoridades
en la Universidad Autónoma de Santo Domingo. Un leve atraso en el pago
de los sueldos de marzo llevó a
profesores y empleados a pensar en la
certeza de las denuncias que atribuyen al rector saliente el manejo irresponsable de los recursos de la institución.
Desde hace dos décadas, la UASD ha experimentado un proceso de involución
que la hace parecerse cada vez más a la
sociedad política, con su correspondiente cadena de vicios:
clientelismo, antivalores, desorden,
desvergüenza y el afán desmesurado por
conseguir riquezas aún fuere a costa del decoro, pero sin rubor alguno.
También en la academia se ha demostrado la
contraposición entre poder y pudor. Ya van lejos los tiempos en que para ser rector
de la más antigua universidad de América bastaban el prestigio profesional y la calidad académica. Para acceder a ese puesto se requiere de
mucho dinero, condición que no suelen tener los aspirantes y que les llega de
una atmósfera impura que permea el
campus universitario.
A la nociva práctica de complacer a los cotizantes de campaña convertidos en
suplidores, para comprarles
bienes y servicios que puede necesitar o no la universidad, se adiciona
que el rector necesita formar una claque que le sirva en sus planes políticos cuando
abandone la posición académica.
El rector, Iván Grullón Fernández, ha dicho
que su predecesor, Mateo Aquino
Febrillet, sobrecargó la nómina de la
UASD colocando a adeptos políticos, con miras a las elecciones de 2016, en las que
aspiraría a ser senador. Solo por ese hecho debería quedar descalificado en su pretensión.
Pero, nadie sueñe, en los partidos eso es un mérito.
En los últimos seis meses de su gestión
–denunció Grullón- Febrillet
incluyó 884 “trabajadores” en
desmedro de los servidores de carrera, situándose la nómina en casi cinco mil
personas. La Universidad tiene un reglamento de contratación de su personal que
ha sido un modelo en la administración
pública. Pero es letra muerta.
El
profesor Grullón se ha
comprometido con el saneamiento de la
nómina. Saneamiento implica acondicionamiento
de un lugar o una cosa a una situación de higiene. La nómina de empleados universitarios requiere
limpieza. No se trata de quitar uno para poner otro, es sacar al que no se
necesita y a los designados irregularmente.
Quizá resulte incómodo para el rector
aplicar las medidas que demanda la
situación, pues en su entorno se mueven
sanguijuelas que forman parte del tumor financiero de la academia. Por suerte,
también tiene a su lado al economista Porfirio García Fernández, cuyo rectorado
fue modelo de sobriedad financiera. Ojalá
y Grullón aprovechara su experiencia.
La UASD, otrora paradigma de gestión y
transparencia, tiene que retornar a su
antiguo recato. Por vergüenza.