Por Martha Oliva Hernández
El amor es un sentimiento que ha acompañado al hombre desde sus orígenes; ya Charles Darwin hablaba sobre la experiencia erótica del homo sapiens.
Considerado por poetas y filósofos como la parte central del amor, el corazón no es el causante de que nos enamoremos, sintamos mariposas en el estómago o se nos alteren algunas funciones vitales.
El responsable directo es el cerebro, específicamente el hipotálamo, que libera sustancias químicas y envía señales al corazón para que lata más rápido.
Entre esas sustancias se encuentra la hormona conocida como adrenalina, que estimula el sistema simpático, generando dilatación de la pupila, aumento en la tensión arterial y en la frecuencia cardiaca que se conoce como taquicardia y enrojecimiento del rostro, acompañada de un estado de estrés, pero en el caso del amor, la liberación de endorfinas permite tener una sensación placentera, señala el cardiólogo José Luis Salgado.
Éstas brindan una sensación placentera al individuo, lo que lo hace sentirse pleno en su relación amorosa; otras de las hormonas que se liberan son la testosterona, en el caso de los hombres y los estrógenos y la progesterona, en las mujeres, aunque esta liberación de sustancias está más encaminada al acto sexual, comenta el doctor Salgado.
Los latidos de los enamorados pueden convertirse en verdaderos ritmos caribeños, pues un joven puede presentar de 180 a 200 latidos por minuto, lo cual no le representa ningún daño.
“Cuando sucede algo en el organismo hay cambios en todo el cuerpo, por ejemplo con el amor se presenta una alteración sanguínea en los riñones y una disminución en la producción de la orina.
El lugar del cerebro donde se registran los estímulos sensoriales y provocan reacciones humanas se conoce como sistema límbico e incluye las siguientes estructuras anatómicas: el hipotálamo, el hipocampo, el tálamo y la amígdala, comenta el doctor Carlos E. Girod.