José Sing
Algo muy distinto es la injuria. Mientras que la difamación tiene la
intención de desprestigiar, ensuciar el buen nombre y causar daño al honor o la
reputación de la persona o grupo, la injuria agrede aspectos subjetivos o
personales de su blanco de ataque y pretende crear una imagen negativa basada
en una evaluación mal intencionada.
De modo que, por ejemplo, decir que alguien es un borracho o que es un
vividor podría ser injurioso, ya que se dirige a aspectos personales; pero
decir que es corrupto (sin tener evidencias) puede catalogarse como
difamatorio, porque desacredita su accionar en relación con los demás, o sea
con la sociedad.
Grupos en conflicto suelen usar la campaña difamatoria cuando existen
intereses contrapuestos, lucha y competencia. Se presentan en los ámbitos
político y comercial, así también, una persona la puede patrocinar con el fin
de destruir el prestigio o buen nombre de otra. Estas campañas se fundamentan
en mentiras o en la manipulación, con frecuencia se basan también en ciertos
hechos reales sacados de contexto y dan pie, de manera maliciosa, a
insinuaciones que promueven una imagen distorsionada del blanco de ataque. Son
estructuradas, planificadas y llevadas a cabo por diversos medios y personas y
muchas veces el instigador directo o quien las financia permanece oculto.
Este tipo de campaña puede llegar a producir un gran daño a la imagen de
quien ha sido seleccionado como blanco y repercutir de manera importante en su
posicionamiento en la mente del público. Sin embargo, manejar estos ataques
adecuadamente representa una oportunidad para identificar a los verdaderos
antagonistas y revertir los efectos negativos hacia el instigador o autor de
dicha campaña, el cual puede terminar siendo desprestigiado y reducido en su
poder e influencia.
Como las campañas incluyen factores coordinados de tiempo, medios, temas
e incluso el uso del rumor, resulta relativamente fácil saber si realmente se
trata de una campaña o simplemente de algunos comentarios adversos pasajeros.
Lo primero que se debe hacer al momento del manejo es investigar a la
persona u organización blanco de la campaña y obtener los datos verdaderos acerca
de sus actividades pasadas y presentes. En el caso de una organización, el
manejo incluye auscultar sus procedimientos internos, su grado de efectividad o
eficiencia, sus estadísticas, sus logros, además de sus deficiencias y fallas.
Lo segundo es descubrir el origen de dicha campaña e investigar tanto a los
difamadores directos como a quien promueve y financia. Los hallazgos pueden ser
sorprendentes y finalmente, se descubrirá la verdadera intención.
Es a partir de todo lo anterior que se puede iniciar el manejo público,
de lo contrario no valdrá la pena invertir tiempo y recursos para afrontar
campañas de este tipo. Se debe tomar en cuenta que la difamación NUNCA se lleva
a cabo en busca del bien común, ni por una causa justa.
En la República Dominicana hay personas y oficinas que prestan servicios
de creación y montaje de campañas difamatorias. Por mi parte, en mi ejercicio
profesional, me ocupo de todo lo contrario: darle una respuesta adecuada y
eficaz a estas campañas, a fin de preservar la reputación de quien ha sido
escogido como su blanco.