Oficina del Historiador de la Ciudad de La Habana
Cuatro siglos han transcurrido desde que Cachita, madre de los cubanos, apareciese ante la canoa de los hermanos indios Juan y Rodrigo de Hoyos, y del negro Juan Moreno, para asentarse en estas tierras como un símbolo de la nación y la nacionalidad cubana.
Devenida objeto de culto y veneración desde el momento mismo de su hallazgo, La Maboa, la Virgen de la Caridad del Cobre, La Caridad, Cachita u Ochún, como el pueblo la llama, ha tenido varias sedes a alrededor de todo el país; desde la inicial y sencilla choza de guano en que fue colocada en el antiguo cacicazgo de Bajaragua, hasta la construcción de su Santuario Nacional en El Cobre y su segunda casa en La Habana.
La fiesta de Cachita se celebra cada 8 de septiembre y es precisamente en esa fecha cuando se produce la más fervorosa y multitudinaria peregrinación hacia sus principales santuarios. Se popularizó y comercializó en las primeras décadas del siglo XX, a través de ventajosas campañas, de las cuales las marcas Crusellas y Ron Bacardí poseían la exclusividad de gestión.
En el parque Céspedes de Santiago de Cuba se sorteaba una Villa Jabón Candado bajo el pregón de: «Traerá la Virgen a Oriente una nueva Villa Jabón Candado», a la vez que en los años 40, Crusellas distribuía por todo el país miles de estampas de la virgen con la firma del Arzobispo de Santiago de Cuba, Monseñor Zubizarreta.
Cuba entera se disponía a peregrinar hasta El Cobre para cumplir promesas, depositar ofrendas o simplemente asistir a la misa que se oficia en este día, tradición que actualmente se mantiene (con gran fervor desde finales de la década de los 90 del siglo XX).
Especialmente desde La Habana el comercio bullía y la festividad se trasformó en negocio. Algunos fabricantes vendían calzado especial para peregrinar hasta el santuario en oriente (en Santiago, el Diario de Cuba exhortaba a renovarlo en el Salón Popular para participar en las tradicionales fiestas).
Líneas de ómnibus como La Cubana, hacían viajes cada 8 de septiembre hasta El Cobre con salidas cada 10 min. Y desde La Habana se preparaban excursiones directas por ferrocarril con rebajas en el precio de los billetes. Desde Bayamo y Manzanillo, pasando por el poblado de Jiguaní, los romeros acudían a visitar a la Virgen, y lo mismo desde Guantánamo y Holguín, territorios donde se han hecho no pocos intentos de establecer la Ruta de la Virgen, aún en estudio.
La Corporación Nacional de Turismo establecía Oficinas de información para orientar a los peregrinos. Desde el mes de junio se iban enlazando los hilos de una compleja urdimbre que involucraba transportistas, hosteleros y principalmente a los comerciantes, los cuales obtenían cuantiosas ganancias con el negocio de la fe.
El cubano, dondequiera que esté ora a la virgen, por cultura, devoción o por costumbre, y hasta la ha hecho parte de sus chanzas, como las aparecidas en diferentes revistas Bohemia de los años 50 en las que Liborio, representación dolorosa e ingenua del pueblo cubano, recomendaba a los presidentes la solución a los problemas de la Isla.
LA NUEVA CASA
De Santiago a La Habana se extendió el culto a la Virgen del Cobre. Sus milagros y favores concedidos fueron arraigándose en el imaginario de los cubanos hasta llegar a todos los rincones del país. Y fue así que nació su santuario en occidente. Según cuenta la leyenda, entre finales del siglo XVIII e inicios del XIX, un adinerado matrimonio habanero, ante la desesperación al no poder mitigar los sufrimientos de su hija que padecía una enfermedad mortal, oró a la Virgen del Cobre y esta obró el milagro de la salvación. En pago, dedicaron a la Caridad un modesto altar en la Parroquia de la Virgen de Guadalupe, ubicada en la calle Salud.
Una reorganización de las jurisdicciones eclesiásticas realizada por el obispo Juan José Díaz De Espada y Fernández De Landa (1802-1832) asumió un nuevo levantamiento de la Parroquia de Guadalupe, esta vez en una localización diferente al templo de La Salud, aunque inmediata, en Salud y Manrique. El comienzo de la obra es reconocido por disímiles registros históricos, como un folleto de la Archicofradía del Santísimo Sacramento que afirma: «…la actual Iglesia de La Caridad se formó de la unión de las Ermitas del Santo Cristo de La Salud y la de Guadalupe, empezando a fabricarse en 1802».
Una réplica de la Virgen de la Caridad (copia fiel de la que se halla en El Cobre, Santiago de Cuba) refulge en la cima del Altar Mayor, acompañada por el escudo nacional y los símbolos regionales de las antiguas provincias de la República. El oratorio, situado hacia la extrema izquierda del presbiterio, está consagrado a Nuestra Señora de Guadalupe y en la antípoda se venera al Santo Cristo de La Salud, colocado en el altar del Sagrario. Pero la protagonista de los rezos y devociones es una imagen de la Virgen de la Caridad situada a la entrada de su nave izquierda, vestida de blanco y siempre precedida de flores, velas y ofrendas entregadas por decenas de personas que cada día oran a sus pies.
Sin llegar a ser como en El Cobre, ese sitio sagrado donde todo cubano de pura cepa, creyente y no creyente, ha dejado su huella, este santuario occidental es habitáculo del particular culto mariano que se practica en La Habana, donde más que a una católica, la Virgen se expresa en tres dimensiones, al decir de José Juan Arrom, Profesor Emérito de la Universidad de Yale y Doctor Honoris Causa de la Universidad de La Habana: «La Virgen de la Caridad del Cobre es María, es Atabex y es Ochún; es decir, es una y trina».
Este material se publicó originalmente en la versión impresa de Excelencias Turísticas