Por Sara Pérez
He recibido una gran cantidad de reacciones, de todo color y calibre, a mi artículo publicado el pasado domingo en El Nacional. Hablaba sobre la vergüenza que debían tener Leonel Fernández y el Partido de la Liberación Dominicana, por la lastimosa e indigna forma en que condujeron su campaña electoral, groseramente ostentosa, financiada con recursos del Estado, como es común pero no normal, ni aceptable, ni legítimo en nuestro país y llevando las nocivas y envilecedoras prácticas del clientelismo y la prostitución política a niveles sin precedentes, en descaro, frecuencia y costos.
Al momento de publicarse el artículo, estaba haciendo mis maletas para venir a República Dominicana, donde actualmente me encuentro, visitando a mi familia. Pensaba tomarme unos días de asueto en este oficio de opinar, pero en vista del interés despertado por mis reflexiones que parecen haber tocado algún punto sensible en la conciencia de muchos, he decidido sacrificar un instante de mi descanso y añadir un par de párrafos al tema, especialmente, luego de encontrarme aquí y ver aún más de cerca las acciones del gobierno. ¡Cuánta desinformación! ¡Qué falta de criterios! ¡Cuánta mentira! ¡Qué prensa!
En la pasada campaña electoral, el Presidente Leonel Fernández y el Partido de la Liberación Dominicana, quitaron todos los frenos y abrieron todas las compuertas a la corrupción rampante. ¿Cómo van las autoridades a frenar la delincuencia, si son las primeras en salir a la calle a ostentar su falta de integridad, a exhibir su éxito violando la ley, a vanagloriarse de lo distraen de los fondos públicos?
Oficializaron y legitimaron toda la hamponería y crapulosidad de los que han hecho del Estado dominicano una presa despellejada impunemente. La campaña de Amable Aristy Castro, con sus salamis, puercos y pollos fue menos sórdida que la de ustedes, alumnos de Bosch, que para lo único que alguna vez tomaron en sus manos un libro de éste, fue para llenarlo de mugre. ¿Con qué ojos fue que lo leyeron?¿Hasta dónde piensan llegar para retener el poder? ¿No piensan ustedes ponerle un precio límite a lo que están dispuestos a pagar?
Es esta última campaña, el PLD se desnudó de arriba abajo, dejando a la vista no sólo sus similitudes con lo que criticó por décadas, sino su superioridad en el perfeccionamiento de la corrupción gubernamental, de la falta de principios, de la ambición desbocada y de la inescrupulosidad para embestir y mellar los precarios vestigios de equidad y democracia que pudiera haber en la sociedad dominicana.
A José Tomás Pérez, debía darle vergüenza que a un allegado suyo lo agarraran comprando cédulas y más vergüenza debía darle por los otros miles de allegados que hicieron lo mismo sin ser identificados con su nombre, aunque todos los conozcan. ¡Qué vergüenza señor Presidente! Un alumno de Juan Bosch ganando elecciones con cédulas compradas en las esquinas, con tarifa de mil pesos, pagados al contado por unos tígueres pavoneándose de su hazaña.
Y si yo fuera el licenciado Julio César Valentín, honorable presidente de la Cámara de Diputados, me avergonzaría de lo que pudiéramos tener que ver yo y mi partido en la repartición de más de 25 millones de pesos, un par de días antes de las elecciones, nada más en Santiago y en bonos para hacer compras en los supermercados destinados a la gente de clase media que no se mete en los rebuses de las funditas. Qué innovación está haciendo el PLD, la fundita VIP.
El Presidente y al PLD debían avergonzarse de multiplicar lo peor de nuestra herencia de arbitrariedad y poca transparencia y de perpetuar las lacras que debían enmendar. Y no estoy reclamando ninguna revolución, sino un poco de decencia. De esa que alguna vez dijeron que eran los únicos que la tenían y ahora resulta que son a los que más les hace falta.
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