30 de mayo de 2008

A José Augusto González

¡OH, PEPE; PEPE…PEPE!
Qué causas tan horripilantes, te impulsaron a cortar el sublime hilo de la vida; Increíble, Pepe, que un ser templado en el crisol mundanal; tomara un torpe plomo para tu cabeza, contentiva de las células vivientes, de Dios para disparar. ¡OH, Pepe, cómo olvidaste que Machepa sigue siendo prolífica productora de embriones macheperos hambrientos; que para conocer las delicias celestiales hay que bañarse en el ancho río de las visicitudes terrenales; donde el oro lo cargan en carreta los macheperos de las lágrimas minerales que vierte la tierra y los lingotes dorados de vibrantes apetencias, de sus beneficiarios.
¡Oh Pepe, cuantas liras se quebraron.
Cuando se rompió la armonía de tus sentimientos y tu cuerpo; cuando la paz no pudo resistir las fuerzas remolinantes impulsoras.
Te dije una vez cuando te quejaste de esas fuerza s impulsivas.
Pepe, todo pasa; hasta la ciruela pasa, tú reíste como el infante de sueños vivificadores, con que te dotó la naturaleza ¡OH , Pepe, Pepe, Pepe.
ADIOS.

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