Por Miguel Ángel Cid Cid - DialogandoRD
Pinté –o traté en la entrega anterior—, cómo el tsunami
político de la coalición que encabeza el Lic. Luis Abinader derrotó al PLD,
dejándolo con la mirada pegada en el cielo: “Señor, ¿por qué a mí?”
Esa catástrofe electoral vino animada por la banda sonora “Se van, se van, ya se van”. El ritmo tenía una cadencia tan contagiosa que
hasta los peledeístas se sorprendían tarareándola inconscientemente.
Cuando el Lic. Abinader asuma el poder el próximo 16 de
agosto, el Partido Revolucionario Moderno cumplirá seis años de nacido. Nació
tan grande que ni siquiera dio los primeros pasitos, sino que salió corriendo
con un brío que ni Félix Sánchez.
Surgido de una abrupta y devastadora división del PRD, el
PRM define su doctrina política como liberal, democrática, y sustentada en una
base policlasista. Eso dice su acta de nacimiento legal, la cual obtiene
sustituyendo la cédula de identidad de la Alianza Social Dominicana.
Quienes conocen de cerca al PRM asumen – al igual que la
percepción general– que es el mismo PRD, pero con un desplazamiento adicional
hacia la derecha. También aceptan que su estructura interna no está aún
demasiado cohesionada.
Ahí nace un riesgo, pero también emerge una oportunidad.
Al bregar con las complejidades del poder, en medio de la crisis mundial,
resultaría complicado sumar ruidos y distracciones ocasionados por miembros del
partido cuyas ambiciones personales no serán satisfechas. Y, por otro lado, a
medida que los dirigentes principales pasan a posiciones de mando en el
gobierno, los jóvenes perremeístas pueden aprovechar la oportunidad y presionar
para ascender de nivel en el interior del partido.
La juventud tendría, asimismo, el chance de poner a
distancia prudente a los viejos robles provenientes del Viejo Gran Partido para
que no hagan tanta sombra. Al igual que en el PLD, el PRM tiene una caterva de
dirigentes que están “jefiando” desde los tiempos de la Era del Jefe.
Porque el PRM sabe que la empinada ola que de pronto lo
elevó, esa misma puede arrasarlo. La dimensión y tamaño de la mencionada ola,
con todo, alcanzó 2 millones, 154 mil, 876 votos, equivalentes al 52.52% de los
votos válidos emitidos. Si se le da una vuelta socarrona a esa cifra y se
contrasta con los 7 millones, 529 mil,
932 del total de inscritos en el padrón, representa el 28.61%.
En otro contexto – que no en las circunstancias actuales
del país y del mundo–, dicho porcentaje plantearía, por cualquier quítame esta
paja, una seria crisis de legitimidad. O de gobernabilidad.
El reto del PRM, en consecuencia, está en aprovechar el
triunfo para fortalecer su partido a lo interno, manteniendo ojo pela’o sobre
la sana relación partido-Estado. Debería propiciar, desde el poder, la ruptura
con el citado VGP, ruptura que debió darse en el 2014, cuando salieron y
dejaron la casona blanca vacía. Bueno, casi vacía porque, entre los pocos que
quedaron, plantaron un quinta columnista para asegurarse de que, en su patio,
no creciera ni la yerba buena.
Si la principal tarea del PLD es reforzar la unidad, la
del PRM consiste en mantenerse unido. Permanecer todos a una, pujando por el éxito de su
gobierno, es la manera que los perremeístas garantizarían su permanencia en el
poder, más allá del 2024.
Pero el mambo no ha empezado. Es muy temprano todavía.
Miguel Ángel Cid - cidbelie29@gmail.com