RAFAEL
PERALTA ROMERO
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RAFAEL PERALTA ROMERO |
La
sociedad dominicana anda muy destartalada. Físicamente, el descalabro se aprecia, por ejemplo, en el gran número de vehículos del servicio
público que ruedan por las calles de Santo Domingo distribuyendo inseguridad y
contaminación por doquier. Pero no es ese
el único caso del destartalo y
corrosión.
Lo
mismo se aprecia en las personas a propósito de la indumentaria y otros signos
exteriores. Unos usan chaqueta sin camisa, pues predomina un comoquiera en el
vestir. Extravagancia en el peinado de unos jóvenes, los tatuajes y los aretes,
que ya han perjudicado a muchos, son también muestras visibles del fenómeno.
Se
aprecia un lamentable destartalo en el
uso del idioma, incluso en la publicidad que pagan las empresas para promover
bienes o servicios. ¿Alguien duda que la
publicidad comercial pueda ejercer efectos nocivos sobre la población? Pues que no se dude. Ni se dude tampoco que ciertos
mensajes afianzan actitudes desviadas.
Lo
peor no está en los ejemplos citados. Ni está en el irrespeto por el tiempo
ajeno, en llegar tarde al trabajo o
trabajar con desgano, ni está en
ocupar con un vehículo el espacio de
estacionamiento de dos ni en eludir un compromiso previo aduciendo razones
torpes e insustanciales, expresión de que la palabra empeñada no sirve para
nada.
La
peor descomposición y falta de orden es de carácter moral. ¡Que policías y
fiscales se roben el cuerpo del delito los hace más culpables que los
delincuentes originales! Y más si es droga. De ningún modo podrá liberarse de
la corrupción que la acogota una sociedad dirigida por gente de ese tipo. Ese
deterioro impide todo crecimiento.
Cuánta
gente ha perdido la vergüenza. Por eso es tanto el afán por el dinero fácil.
Quienes andan copados de riqueza ilícita no temen mostrarla, sino que por el contrario, disfrutan presentar ante los ojos de todos,
sus mansiones, autos costosos, sus negocios y su vida regalada. Con ello, desde luego, que estimulan a otros a seguir su ejemplo.
Las
autoridades saben quiénes trafican con drogas y quienes, valiéndose de
posiciones de Estado han sustraído bienes públicos. Si no lo saben con certeza,
lo sospechan, o de lo contrario se fingen estúpidas. Y ahí está el germen de la
putrefacción social, que eso y no otra cosa es la descomposición, el desarreglo, el destartalo.
Dirigentes
políticos, militares y policías, magistrados,
legisladores, megadivas y hasta
comunicadores demuestran con sus
actitudes maleadas el porqué decimos que la sociedad dominicana está muy destartalada. Es lo mismo que podrida o dañada. Y resulta penoso admitirlo,
pero el destartalo crece en progresión geométrica. Es lo peor.