¡Loor a nuestros héroes!
El general Pedro Santana había arrebatado la presidencia a Buenaventura Báez, quien había quebrado la tesorería de la nación con grandes ganancias para sí mismo. Frente a una crisis económica, así como la posibilidad de un nuevo ataque de Haití, Santana pidió a España que retomara el control del país, después de un período de sólo 17 años de independencia. Al principio, España estaba preocupada, pero con los Estados Unidos ocupados con su propia guerra civil e incapaces de imponer la Doctrina Monroe, consideraba que había una oportunidad para reafirmar el control en América Latina. El 18 de marzo de 1861, se anunció la anexión, y Santana se convirtió en gobernador general de la recién creada jurisdicción.
Sin embargo, este acto no fue bien recibido por todos. El 2 de mayo, el general José Contreras lideró una fallida rebelión, y Francisco del Rosario Sánchez encabezó una invasión desde Haití (quienes estaban oficialmente neutrales, pero también le preocupa que España afianzaran su poder en la zona), pero fue capturado y ejecutado en julio 4 de 1861. Al mismo Santana no le fue bien con el nuevo régimen, ya que descubrió que era incapaz de mantener el mismo poder bajo el dominio español, y renunció a su cargo en enero de 1862.
Las autoridades españolas comenzaron a alienar a la población en general mediante el establecimiento de una política conocida como bagajes, que requería que los ciudadanos entregaran cualquier animal de trabajo a los militares españoles sin ningún tipo de garantía de indemnización.
Esto fue especialmente problemático en la región del Cibao en el norte,
donde los agricultores dependían de sus animales para su sustento. Un segundo
factor fue cultural: el nuevo arzobispo de España se horrorizó al descubrir que
un gran número de parejas dominicanas no estaban casados bajo la Iglesia
Católica Romana. Esta situación se produjo debido al pequeño número de
sacerdotes en el país, así como la pobreza y la falta de caminos y transporte
para llegar a una iglesia para casarse.
Con las mejores intenciones, el Arzobispo Bienvenido Monzón quería poner
remedio a esta situación en un corto tiempo, pero sus demandas sólo irritaba a
la población local que habían llegado a aceptar el estado actual de los
nacimientos "ilegítimos" de forma normal. Económicamente, el nuevo
gobierno también impuso aranceles más altos para los productos no españoles y
los buques y trató de establecer un monopolio sobre el tabaco, contrariando a
las clases comerciantes también.
A finales de 1862, los funcionarios españoles estaban empezando a temer
la posibilidad de una rebelión en la región del Cibao (el sentimiento
anti-español no era tan fuerte en el sur). Por último, habían rumores de que
España volvería a imponer la esclavitud y enviar a los dominicanos negro a Cuba
y Puerto Rico.
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