Por LORENA ARROYO y ANDREA PATIÑO CONTRERAS
Sin importar las amenazas ni el muro, un número récord de
familias guatemaltecas emprendieron en el último año el camino hacia Estados
Unidos para entregarse a la Patrulla Fronteriza con el objetivo de empezar una
nueva vida. Un viaje al origen de la migración en Guatemala muestra por qué, si
el gobierno de Donald Trump quiere frenar las olas de migrantes, debe mirar a
Centroamérica.
Cuando un niño
es una ‘visa’ para evitar la deportación
'F' nunca tuvo el ‘sueño americano’. En su aldea del
oriente guatemalteco tenía su milpa de maíz y cultivos de frijol para comer y
plantaciones de café para ganarse la vida. Pero el pasado mes de abril, a sus
36 años, hizo la mochila. Tras acordar un pago de 40,000 quetzales (poco más de
5,000 dólares) con un coyote, puso rumbo a Estados Unidos junto al mayor de sus
tres hijos, K, de 11 años. Por temor a represalias, padre e hijo prefieren no
dar su nombre completo.
ALMUDENA TORAL / UNIVISION
“Yo no soñé con migrar, pero la necesidad me obligó. No
quiero que mis hijos crezcan en un lugar de violencia y pobreza”, cuenta 'F'
desde el cuarto donde vive en Texas junto con su hijo. En los últimos años, el
desplome de los precios del café y el aumento de la presencia de las pandillas
en su comunidad, que ya empezaban a molestar a 'K', le hicieron plantearse que
allí no podría darles un futuro a sus hijos y comenzó a planificar el viaje. Su
esposa y él estaban convencidos de que, aunque tuvieran que separarse, migrar
era la mejor inversión para la familia.
El 6 de abril, bien temprano, padre e hijo se despidieron
de los suyos y comenzaron el viaje al norte: “En el camino nos habíamos quedado
sin agua y había que caminar mucho, pero mi hijo me decía: ‘No te preocupes. Yo
ya nací para esto’”, recuerda emocionado el padre.
Tras 17 días de viaje, llegaron a la frontera de Estados
Unidos con una idea clara: no eludirían a la Patrulla Fronteriza sino que se
presentarían ante ella. “(Los coyotes) nos cruzaron el río y en la frontera no
duramos ni media hora y ya estábamos rodeados de migración y nos entregamos”,
cuenta.
Él es uno de las decenas de miles de guatemaltecos que
llegaron en el último año a Estados Unidos con un niño de la mano para
entregarse a las autoridades migratorias y pedir asilo. La razón: migrar con un
menor garantiza en muchas ocasiones que no los deporten de manera inmediata.
Pese al repunte en el número de grupos que llegan a EEUU
con niños, principalmente desde Guatemala y Honduras, las cifras de
indocumentados detenidos en la frontera sur cayeron considerablemente en la
última década.
Unidades
Una ley de 2008 para la prevención del tráfico humano
(TVPRA, por sus siglas en inglés) prohíbe la deportación inmediata de menores y
ordena que sea un juez quien decida su futuro en Estados Unidos. Generalmente,
si el padre no tiene crímenes o delitos, espera junto al menor la resolución de
sus casos migratorios.
Además, el acuerdo judicial Flores, de 1997, prohíbe al
gobierno privar de libertad a menores de edad en centros de detención, un
instrumento legal que en muchos casos se convierte en una garantía para la
liberación del padre o tutor que lo acompaña hasta que se celebre la audiencia
en la que un juez decidirá su futuro en el país.