Una colección de
cincuenta vestidos de la reina Sirikit de Tailandia, bordados a mano con hilo
de oro y hechos con los mejores tejidos locales, sirven para hacer un recorrido
por la historia de los trajes tradicionales de este país
(Eluniversal.com.mx).- Una colección de cincuenta vestidos de la reina
Sirikit de Tailandia, bordados a mano con hilo de oro y hechos con los mejores
tejidos locales, sirven para hacer un recorrido por la historia de la seda y
los trajes tradicionales de este país.
La mayor parte de los trajes expuestos en el museo son
creaciones del diseñador francés Pierre Balmain, el modisto favorito de la reina
tailandesa, y están acompañados por un marco digital que muestra las imágenes
en las que la reina lució los vestidos.
Otro de los aliados e impulsores de la sericultura en
Tailandia fue el legendario espía del Servicio de Inteligencia estadounidense Jim
Thompson, quien dejó su puesto oficial para dedicarse al negocio de la
exportación de seda.
Thompson, fundador de la "Thai Silk Company"
en 1947, modernizó la vetusta industria sericultora al elaborar una tela más
fina, lisa y suave al tacto, hasta que en 1967 desapareció de forma misteriosa
en la selva de Malasia y nunca se supo más de él.
La muestra inaugurada en el museo textil de Bangkok
recoge el vestuario recuperado por la reina en los años sesenta del pasado
siglo cuando los vestidos tradicionales caían en desuso debido a la veloz
introducción de las modas en el vestir llegadas de Occidente.
"Los tailandeses quedaron seducidos por la forma
de vestir de los países occidentales y dejaron de lado sus prendas
tradicionales poco antes de la II Guerra Mundial”, explica Piyavara Teekara,
directora del museo.
En 1958, antes de que los monarcas tailandeses
emprendieran una gira de seis meses por Estados Unidos y varios países
europeos, la soberana se reunió con un grupo de diseñadores para reconstruir y
adaptar a los nuevos tiempos los trajes típicos de Tailandia.
Por entonces la reina Sirikit lucía a menudo
creaciones de modistos occidentales de renombre, defendiendo, según recogen las
crónicas de la época, que "es necesaria la existencia de ropas tradicionales
para crear una identidad cultural del país".
Durante su visita a España, en noviembre de 1960, la
"elegancia" de la reina Sirikit fue destacada en las portadas de
revistas como "Hola”, así como en las crónicas de sociedad de diarios
españoles que resaltaba el "estilo" y el "distinguido
porte" de la soberana.
Al regresar a Tailandia tras aquella gira, el armario
tradicional tailandés ya había sido remodelado al completo con la evolución del
clásico "Chut Thai Phra Ratcha Niyom" en ocho modelos entre los que
varían el largo de la manga, el material de los botones y su posición, el
diseño del cuello y el pliegue de la falda larga.
Aquel nuevo estilo basado en el traje típico que
empezó a exhibir la reina en sus apariciones fue muy pronto común en las
mujeres de la clase acomodada, que guardaron los trajes de noche importados de
París y surtieron su guardarropa con prendas de seda, un tejido que hasta
entonces había sido considerado una seña de identidad del campesinado.
El "Siwalai”, un traje ceremonial formado por una
blusa de manga larga y cuello redondo, acompañada de una falda al tobillo y un
chal o el "Chakri" , con una saya de doble pliegue con adornos de oro
y plata, blusa sin mangas y chal, forman parte de la muestra junto a vestidos
tradicionales que varían según la región.
La mayoría de la seda que en Tailandia se vende a los
extranjeros es diferente de la que adquiere el tailandés, ya que los turistas
prefieren comprar sedas suaves al tacto, lisas y elaboradas con maquinaria
avanzada.
Sin embargo, la auténtica seda tailandesa es pesada,
de textura gruesa y elaborada a mano. En contra de la creencia generalizada, la
seda es un tejido muy resistente y por eso lo utilizan los campesinos para sus
vestimentas, que llegan a aguantar hasta varias estaciones de dura faena en los
encharcados arrozales.